Yo no fui al Ministerio de Cultura

Desde el malecón

Yo no fui al Ministerio de Cultura

Ni falta que hacía. Aun siendo hipotéticamente invitado porque sin ser poeta ni pretenderlo, escribí un pésimo poema de amor bélico en la envoltura de una cajetilla de cigarros Habana 68 en el desierto de Ogaden, a la débil luz de un equipo de exploración en plena guerra de Etiopía, y que la revista Verde Olivo, del ejército, me hizo el favor de comentar y alentarme, hubiera declinado de la manera más decente posible la invitación con el ruego de que mi lugar lo ocupase un joven.

Movimiento San Isidro

“Grillos del Ogaden, como ustedes, lanzaremos hoy nuestro grito de guerra”, decía en alguna parte, que todavía no hay fallos en la memoria.

No sabe el lector cuánto lamento no tener ya como vecina y amiga a la doctora Beatriz Maggi, la más conocedora de la obra de William Shakespeare no solo en Cuba, para preguntarle si era cierto o no que el inglés había dicho que “los viejos desconfían de los jóvenes porque ellos también fueron jóvenes.”

La frase era del único libro que me acompañó en la histórica zafra de los Diez Millones en 1970, con 18 años de edad a cuestas. “Cien frases famosas” se titulaba. Cuando aquella contienda fracasó, me las sabía de memoria, con puntos y comas.

Fue, sencilla y llanamente, lo que me tocó y no se equivoca para nada quien sostenga que cada generación tiene su propia historia y deberes.

Confío plenamente en estos jóvenes que acudieron a la sede ministerial y al final consiguieron dialogar en el ministro en busca, entre otras motivaciones, esa de la libertad de expresión. Ganarán su batalla porque todos los reportes de esas seis horas de diálogo y confrontación son en extremo alentadores.

Tanto, que me hicieron sentir con nuevos bríos. Esta vez, sin un machete o un Kalannikov en las manos.

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