Los efectos del coronavirus en la cadena alimenticia y la seguridad alimentaria

Coronavirus

Los efectos del coronavirus en la cadena alimenticia y la seguridad alimentaria

La FAO y el PMA alertan del impacto que la pandemia tendrá en los más vulnerables y apuestan por adoptar medidas inmediatas para paliarlo.

Pobreza nina

Aunque por ahora los supermercados en los países desarrollados están bien suministrados, la prolongación de la pandemia de coronavirus podría terminar por romper la cadena alimenticia a menos que los gobiernos tomen desde ya medidas para evitar ese riesgo, advierten desde la ONU, donde también preocupa el impacto que esta emergencia puede tener en la seguridad alimentaria de los más vulnerables.

El economista jefe de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Máximo Torero Cullen, admite que existe un riesgo de que nos quedemos sin alimentos «pero tenemos muchas formas de limitar esa posibilidad, y cuanto antes adoptemos medidas, mejor podremos evitar que se agrave la crisis sanitaria mundial».

Según explica, ya se aprecia una «ralentización del transporte marítimo» por lo que advierte de que si se producen interrupciones en el sector logístico podría haber «consecuencias en los próximos meses». En este sentido, advierte de que los gobiernos deben incluir «medidas destinadas a disminuir las perturbaciones en las cadenas de suministro alimentario» en sus planes de respuesta.

Esto pasa en primer lugar, según Torero Cullen, por «impulsar la capacidad para mejorar la ayuda alimentaria de emergencia y reforzar las redes de seguridad para las poblaciones vulnerables», que en el contexto actual podrían perder su fuente de ingresos. Para ello, los países están adoptando ya distintas fórmulas como transferencias de efectivo, pagos por desempleo o también son viables en algunos casos, apunta, «moratorias de impuestos y pagos de hipotecas».

El economista de la FAO advierte de que «es importante que esas medidas sean sólidas y creíbles, ya que la previsibilidad es esencial en una situación en que los trabajadores se ven obligados a quedarse en casa y practicar el distanciamiento social». Sumado a esto, agrega, también se pueden movilizar los bancos de alimentos y contar con las ONG y las organizaciones benéficas para distribuir alimentos.

RECESIÓN E INSEGURIDAD ALIMENTARIA

En todo caso, como apunta a su vez el economista jefe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Arif Husain, la recesión económica que se prevé que ha ocurrir a nivel mundial impactará sobre todo a los países en desarrollo. «En estos contextos, una ralentización de la economía puede exacerbar la inseguridad alimentaria existente» puesto que, explica, «limita la capacidad de la gente a acceder a alimentos nutritivos de distinta manera, como por la reducción de ingresos o la mayor inseguridad laboral».

En general, subraya Husain, los países con altos niveles de inseguridad alimentaria, es decir, aquellos donde buena parte de su población pasa hambre, «son más vulnerables y están menos preparados para una epidemia y muy probablemente registrarán mayores tasas de mortalidad». Además, resalta, «la desnutrición aumenta la vulnerabilidad a la enfermedad».

También contribuirá al aumento de la inseguridad alimentaria el cierre de escuelas prácticamente generalizado que se está produciendo a nivel mundial, «lo que significa que más 300 millones de niños se perderán los almuerzos escolares, que para muchos eran ya la base fundamental de una dieta nutritiva», recuerda Torero Cullen.

El PMA ha elaborado un mapa que permite ver a tiempo real el impacto que el cierre de escuelas está teniendo en la supresión de almuerzos escolares. Según la directora del Programa de Alimentación Escolar del PMA, Carmen Burbano, ofrece «una instantánea del terrible coste que este virus está teniendo en el bienestar de millones de niños en edad escolar y sus familias en todo el mundo». Desde la agencia de la ONU trabajan junto con UNICEF y otros socios para «encontrar soluciones».

IMPACTO EN LOS PEQUEÑOS AGRICULTORES

Pero, como apunta el economista jefe de la FAO, «una paradoja del hambre en el mundo es que, a pesar de su actividad, los pequeños agricultores de las zonas rurales de países en desarrollo corren ellos mismos un riesgo desproporcionado de sufrir inseguridad alimentaria, siendo sus bajos ingresos una de las principales razones».

Por ello, reclama a los gobiernos que se les preste una especial atención ya que «sería trágico que se agudizara este problema y se redujera su capacidad de producir alimentos en un momento en que estamos tratando de asegurarnos de que el suministro alimentario siga siendo adecuado para todos».

Torero Cullen recuerda que cuando se produjo la epidemia de ébola en África Occidental se constató que «la restricción de los movimientos y los cierres de carreteras frenan el acceso de los agricultores a los mercados tanto para comprar insumos como para vender productos» además de reducir la mano de obra.

«El resultado es que los productos frescos pueden acumularse sin ser vendidos, lo que provoca pérdidas de alimentos, y de ingresos para los productores», señala el economista de la FAO, destacando que «se trata de una cuestión doblemente pertinente para África, donde el suministro de alimentos se ve ya amenazado por el flagelo de la langosta del desierto».

Buena parte del continente, en particular el Cuerno de África, se está viendo azotada por una de las peores plagas de langostas del desierto en décadas, las cuales están destruyendo a gran ritmo cosechas en países donde la violencia, el desplazamiento o las sequías ya habían tenido un enorme impacto en la seguridad alimentaria de la población.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS MÁS DAÑINAS QUE LA PANDEMIA

Así las cosas, el economista jefe del PMA advierte de que «en algunos contextos, las consecuencias económicas de esta enfermedad podrían terminar perjudicando a más personas que la enfermedad propiamente dicha». Husain pone como ejemplo a «los pobres en muchos países, que dependen de las importaciones para sus necesidades alimentarias y de combustible y de las exportaciones de productos primarios para pagarlos».

Para ellos, agrega, «la recesión económica mundial desencadenada por Covid-19 significará importaciones mucho más caras y mucho menos dinero a través de las exportaciones» por lo que «tenemos que asegurarnos de que sobreviven a este doble golpe».

En este sentido, el economista de la FAO defiende la necesidad de mantener el comercio mundial de alimentos. «Una de cada cinco calorías que la gente consume ha cruzado al menos una frontera internacional, dato superior en más del 50 por ciento respecto a hace 40 años», ilustra.

Según explica, los países de ingresos bajos y medios abarcan cerca de un tercio del comercio mundial de alimentos lo cual «contribuye de forma muy importante tanto a sus ingresos como a su bienestar». «Los países deben examinar de forma inmediata sus opciones de política comercial y fiscal, así como sus posibles repercusiones, y trabajar conjuntamente para crear un entorno favorable para el comercio alimentario», defiende el experto.

Torero Cullen apuesta por evitar «políticas de ‘empobrecer al vecino’, que surgieron en forma de mayores impuestos a las exportaciones, o directamente prohibirlas, por parte de algunos países durante la crisis mundial de los precios alimentarios de 2008».

«Un comercio mundial de alimentos abierto contribuye a mantener operativos los mercados de alimentos en sentido descendente», añade el economista de la FAO, que considera que lo que mejor ayudaría a «estabilizar los mercados mundiales sería reducir temporalmente los perjudiciales aranceles a la importación, las barreras comerciales no arancelarias y los impuestos sobre el valor añadido».

Con todo, se muestra optimista: «Sobreviviremos a la pandemia de coronavirus» aunque para lograrlo las medidas adoptadas para combatir la pandemia provocarán un «enorme daño» en el sistema alimentario mundial que hay que tratar de «mitigar» entre todos.

Más información