Pecar en Madrid

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Pecar en Madrid

Diego Carcedo, periodista

Madrid tiene una alcaldesa con principios religiosos firmes e ideas conservadoras demostradas. Madrid tiene una alcaldesa con principios religiosos firmes e ideas conservadoras demostradas. Pero la capital que preside, lejos de seguir sus pautas domésticas, cada vez se revela como más libertina y abierta al pecado que la ciudad abierta, divertida y con solera cultural que desearíamos. La prostitución callejera, lejos de irse erradicando, cuando menos por pulcritud social y buen ejemplo para las nuevas generaciones, no para de aumentar. Como revelaba ayer 20 Minutos citando fuentes municipales, en Madrid cada vez hay más prostitutas y son más jóvenes y resultan más baratas.

Es decir, que si el gremio crece y la actividad aumenta, cosa que no ocurre en otro tipo de profesiones, es que hay clientes y el consumo no decae. Claro que cuando se habla de prostitutas, como con lenguaje tan machista suele hacerse, se incurre en un error al menos parcial. Una buena parte del aumento corresponde a los prostitutos, que también salen a la calle a ganarse la vida aunque su presencia no contribuya tampoco a dar una buena imagen de una ciudad que siempre ha pretendido convertirse en un apeadero en el viaje al cielo.

Al incremento de la oferta de prestaciones sexuales, tradicionalmente etiquetadas como pecaminosas aunque quizás en los tiempos que corren hayan dejado de serlo, no sé, habrá que incorporar pronto una mayor posibilidad de darle al juego, es decir, una mayor facilidad para que ludópatas presentes y futuros fundan sus dineros, y la delincuencia continúa escalando metas. Parece que no hay suficiente en este país, convertido desde hace tiempo en un casino global, con la sarta de loterías y juegos de azar, a los que habría que sumar las propuestas on line, para dejar la pasta al albur así que pronto se facilitará con la oferta de ruletas, mesas de black jack y tragaperras.

Tampoco se trata sólo del proyecto Eurovegas, con perspectivas tan poco edificantes. Madrid es una ciudad abierta a los casinos y la inminente apertura de los primeros ya se anuncia en alguna esquina céntrica. Jugar en un casino no está entre los Mandamientos de la Ley, a diferencia de lo que ocurre con las ojeadas furtivas a las piernas de la mujer del prójimo, pareo tampoco parece que vaya a darle a la ciudad ese empaque que se propició en otros tiempos y que tanto sigue necesitando.

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