Washington consiguió hace algunos meses ampliar las concesiones en la base de Rota para convertirla en la base naval avanzada para el despliegue del escudo antimisiles de la OTAN por lo tanto ya no se siente obligado a atender las llamadas que se reciben de Madrid. Según cuentan las crónicas, estos días los intentos del ministro de Asuntos Exteriores por hablar con la secretaria de Estado sobre la brutal expropiación de la propiedad de Repsol en YPF efectuada en Argentina, han sido infructuosos al menos hasta el momento.
El teléfono de Hilary Clinton o está ocupado o no contesta cuando en la pantalla de la centralita aparece el prefijo de España. No se sabe si es que a la secretaria de Estado aún le perdura la resaca de la juerguecilla de Cartagena de Indias o, lo más probable, es que no quiere asumir compromisos engorrosos. No tiene el mejor concepto de Cristina Fernández, como lo revelaron meses atrás los informes diplomáticos difundidos por Wikileaks. Todo lo contrario.
Pero se ve que a estas alturas no quiere meterse en problemas con la ciclotímica presidenta. Ya se sospechaba que en la entrevista que Fernández mantuvo en Cartagena con Barack Obama podría haber obtenido garantías de que los Estados Unidos no saldrían en defensa de los intereses españoles a pesar de que incluyen de rebote los intereses de quienes confían en las garantías de un Estado de derecho, como debería ser el argentino, a la hora de hacer inversiones en su territorio.
