Susana Díaz, la Hillary Clinton del PSOE

Detrás de la cortina

Susana Díaz, la Hillary Clinton del PSOE

Rafael Alba

La ceguera de los ‘aparatos’ de los viejos partidos progresistas acentúa la crisis mundial de las formaciones políticas socialdemócratas. De acuerdo, siempre resulta fácil emitir pronósticos a toro pasado. Pero, desde el principio, desde esas primarias fratricidas que enfrentaron a muerte a Hillary Clinton con Bernie Sanders, el aparato del Partido Demócrata estadounidense, férreamente alineado a favor de la candidata, tuvo pistas más que suficientes para comprender que la esposa de ese ‘truhán’ simpático llamado Bill Clinton, tenía muchas menos posibilidad de batir a Donald Trump que su veterano oponente. Lo sabía y, sin embargo, elevaron a los altares a una probable perdedora.
 
Una decisión, puesta en práctica por medio de la guerra sucia y con el apoyo de medios de comunicación afines y toneladas de financiación siempre disponible que, como, probablemente, no podía ser de otra manera, ha terminado por hundir al partido de las élites progresistas, de esa ‘izquierda exquisita’ que tan bien reflejó en sus artículos Tom Wolfe en la lejana década de los sesenta, en una de las mayores crisis de su historia. Porque pocas veces han estado en una posición de debilidad similar a la que tienen ahora. Un momento en que Trump y el Partido Republicano acumulan todo el poder ejecutivo y legislativo y que pueden aprovechar, gracias a los próximos nombramientos que hay que realizar en el Tribunal Supremo de EEUU, para tomar también el control efectivo del poder judicial.
 
Tal vez Hillary, y los jerifaltes partidarios que le prestaron apoyo, tendrían que haber recordado aquella famosa máxima que sirvió a su esposo, ese ‘populista’ que derribó por sorpresa a un candidato del sistema llamado George Bush padre, a quién fue capaz de atacar desde los márgenes mismos del orden establecido, identificándose con el sufrimiento que los políticos profesionales habían provocado en el pueblo soberano. “Es la economía, estúpido”, clamaba entonces. Y tal vez debería haber aprovechado también ahora para susurrar este estribillo en la oreja de su esposa o para gritarlo en las reuniones del desnortado equipo de campaña que ha acabado con las pocas posibilidades reales de victoria que siempre tuvo la candidata demócrata.
 
Porque sí. Siempre es la economía. Y no. Lo mismo que ocurre en España, las boyantes cifras macroeconómicas y las mejoras parciales que ha conseguido Barack Obama durante su mandato, incluida la reducción significativa de la tasa de paro, no han conseguido cambiar el depresivo entorno en que se mueve la clase media estadounidense, porque la precariedad es tal que empezamos a llegar a una situación en la que tener trabajo no basta para ganarse la vida. Ni más ni menos, ya ven. Y eso unido a la inestabilidad que también suele caracterizar a ese mercado laboral cambiante que las recetas ‘neoliberales’ han construido a lo largo de décadas de aumento de la desigualdad han generado el caldo de cultivo necesario para que ese ‘paleto’ Donald Trump se vaya a convertir a partir de enero en el próximo inquilino de la Casa Blanca.
 
El empresario será muy ‘tonto’ y se habrá alzado gracias al apoyo de las masas iletradas de la América profunda, pero ahí le tienen. Y, de hecho, le tuvieron siempre porque, como reconocen ahora prácticamente todos los analistas políticos, supo entender desde el primer momento cual era el tema central sobre el que debía discurrir la campaña, mientras que Hillary creyó que podía pasar de puntillas sobre estos temas, que probablemente no eran muy del agrado de las élites empresariales y financieras que le proporcionaban financiación, para jugar la carta de ‘venderse’ como el ‘hada buena’ capaz de parar al monstruo machista, racista y populista, cuyas fauces amenazaban con devorar a América. Lástima que para los americanos fuese mas bien ella la representante del verdadero monstruo que les atemoriza, aquel que les ha empobrecido, precarizado y provocado, gracias a las leyes de liberalización bancaria impulsadas por Bill Clinton durante su mandato, una de las mayores crisis económicas de la historia del mundo.
 
Así que la ‘ceguera’ del aparato del Partido Demócrata ha tenido consecuencias. Y la devastación provocada no ha terminado aún. Ahora tendrá que desencadenarse la batalla final entre los partidarios de renovar el partido y los ‘viejos’ jefes que lo impidieron. Y será, incluso más cruenta, de lo que fueron la primarias en las que Clinton derrotó a ese Sanders que se erige ahora como auténtico triunfador moral en medio de ese desastre anunciado, en el que muchos no quisieron creer jamás. Y, la situación, como ya se ha escrito hasta la saciedad tiene bastantes paralelismos con lo que sucede en el interior de esas formaciones socialdemócratas europeas que caminan decididas hacia el desastre atenazadas por el mismo dilema que ha hundido ya a sus colegas estadounidenses.
 
En España, la actual crisis del PSOE repite también este mismo esquema. El aparato, parapetado tras la dirigente andaluza, Susana Díaz y su mentor Felipe González, ha tomado el poder del partido, a través de una gestora de marionetas que encabeza el muy obediente presidente asturiano Javier Fernández. Lo ha hecho tras desalojar a Pedro Sánchez, un secretario general desconocido hasta hace nada a quienes ellos mismos colocaron allí y que tras fracasar por culpa de las directrices políticas que le obligaron a seguir quiso revelarse y echarse al monte.
 
Ahora, instalados en una dudosa legalidad estatutaria basada en interpretaciones a medida, tras hacer presidente a Mariano Rajoy, retrasan el Congreso que deberían convocar rápidamente para que la candidata pueda ganarlo con comodidad cuando llegue el momento. Aunque por el camino, según parece y si hace falta, haya que deshacerse de los incómodos socialistas catalanes o poner en marcha una ‘purga’ que deje sin opciones reales al ‘populista’ Sánchez y a los ‘tontos útiles’ de Izquierda Socialista que parecen haberse creído de verdad que alguna vez han tenido alguna opción real de condicionar la política del partido.
 
Hay unos cuantos analistas que desde el cariño hacia el partido advierten en estos días del error que supone esta estrategia. Entre otras cosas, porque Susana Díaz, ‘La niña de los Eres’, como la llaman en muchas agrupaciones del partido, está tocada desde la base por su relación con la vieja élite socialista andaluza que vive hoy acosada por la justicia y bajo serias sospechas de corrupción nunca disipadas del todo. Y también porque basa todo su discurso político en ‘venderse’ como la ‘Juana de Arco’ que detendrá el avance de los pérfidos populistas de Podemos y de los señoritos andaluces y sus casetas de sevillanas en las que se refugian los viejos terratenientes que militan en el PP.
 
Y quizá ese discurso de vuelo corto funcione en Andalucía, una región en la que, según la opinión de muchos, su partido ha creado una poderosa red clientelar, similar a la que los populares tienen en la Galicia de Alberto Núñez Feijóo, que, por cierto, también empieza a ofrecer un aspecto averiado bien visible. Pero, como ya hemos visto, a lo largo de unas cuantas elecciones, no funciona, en absoluto, en el resto de España. Y mucho menos aún en los lugares como Cataluña donde el descontento ha encontrado en el independentismo un nuevo proyecto que sí les ofrece un futuro mejor. Por mucho que quizá se trate de una quimera insostenible de la que, además, parecen dispuestos a aprovecharse algunos desaprensivos que tienen mucho que ver con lo que ahora padecemos todos, los catalanes y lo que no lo son.
 
Por eso muchos tertulianos aburridos y muchos socialistas hastiados empiezan a advertir tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses que a Susana Díaz se le ha empezado a poner cara de Hillary Clinton. Una Hillary, además, que les parece bastante menos inteligente que la esposa de Bill y bastante más ensimismada. Está encantada de conocerse y de ese fino análisis que la caracteriza y le ha permitido ahora sacar la conclusión de que “Podemos y Trump beben de la misma fuente”. Y entretenida en solazarse con su preclaro ingenio, la presidenta andaluza a la que, por lo visto, todo la música política de hoy le suena a populismo conocido se olvida de escuchar el sonido implacable de la tempestad que la va a derribar.
 
La misma, ya ven, que a mandado definitivamente a Hillary Clinton a la jubilación política forzosa. Esa que anuncian los vientos de la pobreza, la desigualdad, el empleo precario, la falta de oportunidades, la corrupción política y la ‘cara dura’ de las élites que también sembraron, entre otros aplicados labradores, algunos destacados dirigentes socialistas nos han traído esa tempestad política en la que naufraga a ojos vista un PSOE que navega a la deriva sin capitana ni capitán y dirigido por una pandilla de marineros de agua dulce que parecen preferir hundirlo a dejar el puente de mando en manos de quienes sí tengan posibilidad de salvarlo.

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