La posibilidad de que la delegada del Gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, se convierta en la próxima líder del PP local, chocará, cuando menos, con una de sus corrientes más poderosas: los ‘ultracatólicos’ que no acaban de entender sus ‘coqueteos’ con los colectivos gay.
Aunque Cifuentes ya despertó cierta animadversión del sector ultracatólico en el pasado, en especial cuando defendió una enmienda laica en un Congreso del PP, su ‘mano dura’ y el sesgo ultramontano y conservador a ultranza con que desempeña su actual tarea le habían devuelto algunas simpatías perdidas.
Pero todo tiene un límite. El apoyo incondicional que Cristina Cifuentes concedió ayer a las fiestas del Orgullo Gay, que se celebrarán la próxima semana en Chueca, puede ser la gota que colmé el vaso.
Cifuentes se reunió con los grupos organizadores, en los que militan algunas figuras relevantes de la izquierda madrileña, como la simpática ‘Boti’, símbolo de la lucha feminista y veterana defensora de los derechos de los homosexuales y, tras admitir que los actos pueden ocasionar molestias a los vecinos de Chueca, defendió los festejos porque «son una fuente de ingresos a la ciudad porque atraen cierto tipo de turismo y generan actividad económica en la zona».
Este realismo ‘economista’ ha vuelto a levantar a las legiones ultracatólicas contra la delegada del Gobierno que, para acabar de arreglarlo, calificó los festejos de emblemáticos. Además, Cifuentes no dudó en aprovechar el momento para lanzar un par de pullas a Ana Botella, la alcaldesa de Madrid, reputada de ser persona cercana a los colectivos del PP más cercanos a la jerarquía católica.
Cifuentes pidió al Ayuntamiento que hiciera respetar las ordenanzas municipales, que están para cumplirlas y consideró más que posible compatibilzar los derechos de los vecinos de la zona con la celebración de la gran fiesta de los colectivos homosexuales madrileños.
