Un amigo, residente en Madrid, ajeno por completo al periodismo y a varias colgaduras que penden de él, me acaba de pasar un artículo acerca de Cuba, publicado en uno de los grandes periódicos españoles acompañado del anuncio-descubrimiento de que “parece que empiezan por fin a hablar de lo que ocurre en Cuba”.
Ciertamente, tengo la impresión de que tal motivación de mirar a la isla ha descendido en los últimos tiempos, que los actuales despiertan digamos curiosidad.
Las razones del distanciamiento son tantas como hormigas en su madriguera que merecen un serio estudio de especialistas de las empresas radicadas y la baja afluencia de turistas por sólo poner bajo lupa dos importantes protagonistas.
En periodismo, lo tengo bastante claro. A finales de los años 90s del siglo pasado faltaban dedos de manos y pies para contar la presencia de los grandes, medianos, pequeños y hasta desconocidos medios que contaban con el visto bueno del ministerio de Relaciones Exteriores local para ejercer en la isla. Hoy, sobran los de una mano para cuantificarlos, excepto algunos de contenido turístico y otras pretensiones no precisamente del oficio.
Sin lugar a dudas, en su momento, ocurrió una estampida con salpicaduras político-económicas como de jugada de ajedrez donde casi al mismo tiempo dejó de volar Iberia y RTVE le cedió su local en la antigua Lonja del Comercio a la gringa CNN al tiempo que ponía en la calle, sin consideración alguna, al equipo cubano que conformaba esa delegación.
Muchos veteranos sentimos nostalgias por esos tiempos de gloria y no dejamos de soñar en que retornen aquellos momentos que, al decir beisbolero, se “jugaba al duro y sin guantes” o jugar fútbol en el terreno del faquir.
El amigo tiene razón. Parece que vuelve a interesar lo que ocurre en Cuba.
