Carlos Solchaga, exministro de Economía y Hacienda

Entrevista

Carlos Solchaga, exministro de Economía y Hacienda

El exministro de Economía y Hacienda durante los años de Felipe González considera que no corresponde a su generación solventar los problemas de ahora.

Carlos Solchaga, exministro de Economía y Hacienda

“Podemos no es un partido fiable”

Carlos Solchaga atiende a EL BOLETÍN en el ‘despacho oval’ de la consultora económica Solchaga Recio & asociados. El exministro de Economía y Hacienda durante los años de Felipe González al frente del Gobierno hace años que vive la política en segundo plano.

“No es a mi generación a la que corresponde solventar los problemas de ahora”, asegura al tiempo que confiesa que nadie de la actual dirección se ha dirigido a él para pedir consejo.

Presidente del jurado de la I edición del Premio de Periodismo Económico ‘Carlos Humanes’ (fundador de EL BOLETÍN), Solchaga no se siente tan identificado con el PSOE de Pedro Sánchez. “Los de la vieja escuela quizá nos sintamos un poco perdidos con las decisiones del partido”, afirma.

Un histórico del PSOE como Joaquín Leguina comentaba esta semana que a él le gustaba más el PSOE de Felipe González, Alfonso Guerra y Carlos Solchaga que el actual. ¿Le pasa lo mismo?

Es posible que siempre haya un sentimiento de pertenencia generacional y, desde ese punto de vista, el PSOE que yo recuerdo, y que ha sido el que más éxito ha tenido, es el que menciona Leguina.

Este PSOE ha tenido que enfrentarse a las consecuencias de la mayor crisis financiera que ha vivido occidente en los últimos 100 años. A eso hay que sumar los cambios tecnológicos y la globalización. En ese proceso de adaptación quizá los de la vieja escuela nos sintamos un poco perdidos en cuanto a las decisiones del partido.

¿A qué decisiones se refiere?

Pues decisiones referidas a las que hace unos meses se tildaban como ‘líneas rojas’ y que contribuían a exacerbar confrontaciones ideológicas y políticas en la población y que, por tanto, generan división en la población.

Decisiones que distan de otras que nosotros valorábamos mucho y que tenían que ver con la estabilidad política, el crecimiento económico y el desarrollo del bienestar.

¿Este PSOE no tiene esos propósitos?

Puede tenerlos, por supuesto, pero quizá nuestros juicios de valor eran distintos y el orden en el que poníamos las cosas también.

Yo creo que el PSOE se está beneficiando de la ilusión que ha podido despertar en mucha parte de la población el fin del tapón que pudiera representar el mandato de Mariano Rajoy y el PP. Sin embargo, no hay que olvidar que hasta hace poco ha pasado por una crisis ideológica y estratégica muy grave.

Si el partido aprovecha esto, teniendo en cuenta que la economía española está en clara recuperación, el PSOE habrá pasado el momento más delicado de su historia reciente y volverá a ser una de las grandes alternativas para el futuro.

Espero que los que dirigen ahora el partido tengan buen instinto para resolver esta situación.

¿Mantiene usted relación con la actual dirección del PSOE?

No formalmente. Conozco a algunos de la dirección. Cuando nos vemos lo hacemos de manera amigable, aunque ya saben que muchas veces he sido crítico con las cosas que han dicho o hecho en los últimos tiempos.

Pero bueno, no soy alguien con el que los que dirigen el partido quieran contar.

No han recurrido a usted.

Honestamente, no.

Muchos ex políticos (Felipe González, José María Aznar, Zapatero…) necesitan seguir influyendo en sus partidos. ¿Es tanto por ego como por adrenalina?

Una combinación de ambas cosas. Una vez que uno ha probado el venenillo de la política un cierto grado de adicción lo tiene el resto de su vida. Pero una cosa es tener especial interés en la política y otra participar activamente en la toma de decisiones políticas en el país y en tu partido.

Ese no es mi caso. Si me preguntan diré lo que pienso, pero no ambiciono ningún puesto. No es a mí, ni a mi generación, a la que corresponde solventar los problemas políticos de este momento. Como mucho aconsejar.

¿Qué consejo daría a Pedro Sánchez si le consultara por la exhumación de los restos de Franco?, ¿Cree que ha llegado el momento?

Probablemente el momento ya llegó hace un tiempo. Es verdad que nadie puede decir que esa sea una de las prioridades de un país que ha tenido un 27% de desempleo y la gente ha pasado hambre.

Pero desde otro punto de vista, que es el de reconocer las señas de identidad de un país que es una plena democracia y que rechaza la crueldad de la dictadura de Franco, no tiene ningún sentido que nadie, ni el prior, ni la Iglesia, ni mucho menos su familia, puedan oponerse a la idea de acabar con esa especie de monumento a un dictador fascistoide.

No se deben tener en cuenta los deseos particulares de su familia.

¿Por qué no se hizo durante la etapa de Felipe González?

Era una combinación de dos cosas. En aquella época todavía se estaba consolidando la democracia. Todavía había peligros, como se demostró el 23-F. Al mismo tiempo tenías graves problemas económicos, porque el país estaba prácticamente en la ruina. Por eso este tema era secundario.

Por qué enredar sacando a la superficie esos temas en plena transición.

Hace unos meses aseguró que su modelo ideal de gobierno sería con un pacto entre Ciudadanos y PSOE, y detalló que “sólo la desconfianza y las mezquindades políticas” podría evitarlo. ¿Ha sido el ‘miedo’ a Ciudadanos el mejor aliado de Pedro Sánchez?

Es evidente que en el respaldo del PNV pesó mucho la idea de que pudiera haber unas elecciones anticipadas si no triunfaba la moción de censura. La posibilidad de esos comicios pesó mucho para que saliera la moción en vez de la alternativa razonable que podría haber sido la dimisión de Rajoy.

De hecho, en la tribuna, Sánchez lo dijo. Si usted dimite hoy retiro la moción de censura.

Parecía que lo deseaba.

Sí, parecía que lo deseaba.

En el contexto actual no parece fácil que se lleve a cabo su modelo ideal de Gobierno.

Tenemos la impresión que el PSOE está avanzando muy rápido en el respaldo popular, según los sondeos, y que Ciudadanos ha interrumpido su carrera. Algunos pueden llegar a creer que el PSOE se acerca de esta manera a la mayoría absoluta. Yo creo que la fragilidad parlamentaria es tal que se hace difícil que continúe en el poder de manera prolongada.

Por otro lado, aunque Ciudadanos esté pagando la falta de destreza política en la moción de censura, sigue habiendo una corriente de voto en el centro-derecha que desconfía que el PP sea el instrumento adecuado para llegar al poder.

Hay quien dice, en cambio, que la victoria de Pablo Casado debilita las perspectivas de Ciudadanos.

Habrá que verlo. Hoy por hoy, cualesquiera que sean las tendencias, es muy difícil que se imponga una en la cual un partido consiga 150 diputados. Si me preguntaran por un gobierno que pudiera ser estable, el mejor sería uno entre PSOE y Ciudadanos.

¿No le gustaría una gran coalición PP-PSOE?

El asunto es que leído desde fuera parecerían los viejos partidos defendiéndose de los nuevos y, por tanto, provocarían mucha desconfianza.

¿Tampoco una alianza de izquierdas con Podemos?

Es evidente que es una combinación supuestamente más de izquierdas pero que en mi opinión no tiene credibilidad. Podemos no es un partido fiable desde el punto de vista de la gobernabilidad.

Entonces PSOE-Ciudadanos…

Está el antecedente del pacto de 96 puntos que firmaron Sánchez y Rivera en 2016.

Un pacto que bien pudo ser una estrategia de ambos partidos de cara a la más que probable repetición de elecciones.

Es posible.

¿Tiene la sensación de que vivimos en una constante improvisación de las ideologías? En un mercadeo de las ideas.

Sí. No solo vivimos en un tiempo más veloz en las estrategias políticas, también estamos en un momento donde importa más la forma que el fondo. Lo importante es establecer las diferencias en vez de buscar los puntos en común.

Todo eso hace que cada uno no pueda dejar de sospechar que cada acción o palabra de un político tenga en el fondo un objetivo electoral.

Esa sensación febril de vivir la política, como si fuera un concurso de belleza en vez de un debate de ideas, se ha apoderado del país. Es una de las cosas por las que no siento ninguna tentación de trabajar en política.

¿En su etapa como ministro había más empatía entre las partes?

Sí. Lo que pasa hoy en día es justo lo contrario a lo que pasaba durante la Transición. En aquella etapa, las posiciones ideológicas estaban tan claras… ¿quién podría dudar del eurocomunismo de Carrillo?, ¿o de que el PP, en parte, provenía del Franquismo?

Lo que había era, a pesar de esas diferencias claras, empatía. A la gente le gustaba ver a Fraga con Santiago Carrillo. Esa era la atmósfera constructiva que se respiraba. Nadie quería permanecer en un lugar inamovible.

Pactar, y por lo tanto ceder, debilita.

Eso es lo que pasa ahora. La gente no tiene definiciones ideológicas claras. Pongamos el caso de Ciudadanos. Unas veces ves el lado liberal de menor intervencionismo estatal y otras veces el nacionalismo español, porque les ha cundido eso.

Ves al propio PSOE, que sigue insistiendo en muchas de las ideas de igualitarismo y al mismo tiempo, sin embargo, en materia territorial ya no es tan claro. El PSC se ha ido por su lado, por ejemplo.

Con lo cual, se difuminan las posiciones de los partidos a pesar de que las acusaciones entre ellos son cada vez más rígidas. Parece imposible llegar a acuerdos.

Su libro se llama ‘Las cosas como son’. En política, entonces, ¿las cosas son o son como parecen?

Para qué negarlo, la apariencia es muy importante en la política. A veces a la gente la compras no por lo que eres, sino por la percepción que tienen.

¿En ese clima efectista qué cambios cree que necesita España?

Es un periodo que no requiere de grandes reformas como cuando pasas de la dictadura a la democracia. O de una economía muy intervenida a una que tenía que abrir sus fronteras porque tenía que entrar en la UE.

Eso no quiere decir que no haya que hacer cambios. Por ejemplo, es evidente que España necesita una transformación de las políticas territoriales. Tenemos una situación muy delicada, sobre todo en Cataluña, con un problema estructural que debemos resolver.

¿El futuro en Cataluña pasa por una consulta?

Cuando tienes una población en donde cerca del 50% desea cambiar el status quo político antes o después tendrás que plantear una consulta.

Mi opinión es que no se dan las condiciones oportunas para realizar esa consulta. Primero porque quienes la proponen ya han hecho un par de consultas. Es verdad que ninguna de ellas vinculantes ni jurídicamente válidas.

Cuando las aguas vuelvan a su cauce, cuando no haya un enfrentamiento, cuando de verdad la historia mítica que han contado los independentistas catalanes se haya disuelto en otras alternativas, ahí sí tendría sentido realizar esa consulta.

¿Y una (consulta) sobre la Monarquía? Usted dijo que todo partido debería ser republicano, ya que la Monarquía es algo “no natural”.

Dependería de las circunstancias y de las consecuencias colaterales. La pregunta, de alguna manera, ya se hizo. Es verdad que envuelta en una cosa muy grande que fue la Constitución Española.

En estos momentos no me parecería oportuno plantearlo aunque sigo creyendo que alguien que no es elegido, cuyos hijos tienen derecho a la sucesión, no parece una institución natural en una plena democracia.

Por lo tanto, yo soy de los republicanos monarquistas, por decirlo así.

Su campo de especialización fue la económica. Le tocó lidiar con la inclusión de España en el mercado común, entre otras cuestiones. ¿Está satisfecho con la situación económica actual?

Es cierto que se ha mejorado mucho, en comparación con la etapa de la crisis. No obstante, el nivel de desempleo sigue siendo muy elevado además de tener un problema sorprendente a estas alturas como la incapacidad de poder subir los salarios.

¿Por qué no suben los salarios?

El exceso de oferta de trabajo acompañado de las modificaciones tecnológicas más la competencia que representan las importaciones a través de la globalización de bienes manufacturados en países con salarios muy bajos está poniendo muy difícil la mejoría de los salarios en España.

Esos salarios que no solo potencian el consumo, sino que también son los que deben garantizar el sistema de pensiones.

¿Cómo se puede cambiar la tendencia?

Dando más fuerza a los sindicatos, que han dilapidado lo que podría haber sido su capacidad de transformación social y han dilapidado la confianza que los trabajadores tuvieron en ellos. Sería bueno que recuperaran ese afecto.

Este mes han firmado un acuerdo con la Patronal para subir los salarios.

Es verdad, y el acuerdo que han alcanzado, que es modesto, podría ser el principio de una situación diferente.

¿La competencia con países cuya Industria se asienta sobre salarios bajos (Este de Europa, China) provoca que la clase trabajadora sea la gran derrotada de la globalización?

La globalización está con nosotros y va a estar en el futuro a pesar de algunos intentos reaccionarios como los de Trump de volver a sistemas arancelarios.

Los salarios en España subieron un 0,1% en 2017 mientras que el IPC fue del 1,1%. La clase trabajadora sigue perdiendo poder adquisitivo en el sistema económico actual.

Lo que tenemos que desear es que los salarios chinos se vayan pareciendo a los nuestros, no que los nuestros se parezcan a los de ellos.

La globalización será aceptada de manera general solo si va acompañada de algún tipo de ordenación. Y esa ordenación pasa por que aquellos países que se ven perjudicados por la competencia de salarios bajos tengan un sistema social suficiente como para compensar estas cuestiones.

De todas maneras, todos los países subdesarrollados que han pasado a ser industrializados lo han hecho a través de salarios bajos. Y todavía algunos de ellos aprovechan esa ventaja, como le sucede a España con el turismo, donde el personal de Hostelería gana cantidades ridículas en jornadas maratonianas.

Usted devaluó la peseta para mejorar la competitividad de la economía española. Ahora que la política monetaria es propiedad del BCE, ¿el margen de maniobra se circunscribe a devaluar los salarios?

Eso es verdad, y no es deseable. Por eso el esquema de la moneda única debe estar acompañado por un sistema fiscal que garantice un colchón social. Además, es necesario promover un sistema financiero común en aras de garantizar el Estado de Bienestar y la mejora de los salarios.

El Estado del Bienestar y las garantías sociales han sido durante décadas la bandera del socialismo. Joaquín Almunia aseguró en una entrevista en EL BOLETÍN que una de las principales razones de la crisis de la socialdemocracia había sido prometer cosas inviables.

El Estado del Bienestar ha ido evolucionando a lo largo de la historia. A medida que lo ibas ampliando la gente lo agradecía. ¿Qué ha pasado para que las sociedades hayan asimilado sus derechos sociales pero menos sus obligaciones sociales, entre las cuales está no defraudar?

Las ilusiones de que el Estado podía cubrir una serie de acontecimientos y de situaciones de emergencia a lo largo de la vida se han encontrado con financiación insuficiente y con la falta de respaldo de la gente en determinadas cuestiones.

La gente sabe que ha habido abusos. Familias enteras que utilizaban las medicinas de las personas de la tercera edad, que salían gratis. O la compra de pañales a través del abuelo.

Defraudadores de Hacienda…

Gente que evade impuestos. Mantener las promesas y las aspiraciones del Estado del Bienestar sin la vigilancia suficiente ha creado esa sensación de que la crisis de la socialdemocracia es que no puede mantener aquello porque no ha sido capaz de defenderlo.

Esta situación ha pasado y puede volver a pasar. Si mañana estableces otra vez la ayuda a la dependencia, que está muy bien, ¿cuánta gente no se va a inventar una madre dependiente para ver si consigue un subsidio de 300 euros al mes?

La socialdemocracia parece haber aceptado el fin de la historia de Fukuyama y que el libre mercado es el mejor sistema económico. ¿El abandono del ‘keynesianismo’ en beneficio de la ‘tercera vía’ (Tony Blair) supuso el inicio del deterioro de la ideología socialista?

Es posible que las tentaciones neoliberales de la ‘tercera vía’ o de nuestros gobiernos (Felipe González) pudieran desvirtuar lo que habían sido las señas de identidad más reconocibles de la socialdemocracia.

Sin embargo, el final de lo que podríamos llamar la batalla ideológica concluye no tanto con que el único procedimiento para sobrevivir en las actuales circunstancias sea una economía ultraliberal, sino más bien la idea de que solo una democracia basada en principios liberales funciona.

Principios liberales que se pueden corregir o que se pueden complementar cuando aseguras que el uso de la libertad está extendido a todo el mundo y no está restringida por necesidades económicas. Y ese es el papel del Estado del Bienestar. Un Estado que trata de garantizar la igualdad de oportunidades.

José Luis Rodríguez Zapatero aseguró en su momento que bajar impuestos también era de izquierdas y Susana Díaz que el PSOE no era de izquierdas ni de derechas. ¿Cree que bajar impuestos es de izquierdas?

No. Creo que bajar impuestos puede ser una política que te puede convenir en un momento determinado, pero no es de izquierdas. Sin embargo, creer que la única manera de que funcione un país sea con bajos impuestos es de derechas.

Uno no forma un Estado socialdemócrata con un nivel mínimo de justicia y que no deje al margen a una gran parte de la población con un nivel bajo de impuestos.

Ciudadanos es entonces un partido de derechas.

Sí, en ese sentido lo es.

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