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Se sueña de joven y de viejo te matan las pesadillas

Los Kents

Los Kents Cuba

Amores sobre las rocas de la costa, fiestas sin una gota de alcohol, zafras azucareras con las manos destrozadas que cortaban la caña quemada bajo el resplandor de la luna y hasta combates de vida o muerte en guerras en países que nadie imaginaba en qué lugar del mundo se encontraban.

Menos en chino o ruso, fue una época irrepetible de excelente producción musical en inglés y español con algo de italiano o francés en la voz del gran Aznavour. En ese entonces, pocos pensaban abandonar el país luego de ocurrir la primera gran salida por el puerto de Boca de Camarioca (1965) hasta la llegada del 1980 con el sorprendente éxodo por el Mariel donde no pocos “rokeros” tomaron el camino hacia EEUU.

Entonces en aquellos 60s y 70s a nadie le importaba el dólar estadounidense, la lira italiana o la peseta española. Happy together, como entonaban The Turtles. El buen vestir carecía de rigor y un pantalón vaquero marca Lee o Levis se movía en diferentes cuerpos de amigos durante los fines de semana.

Años iniciales, hay que confesarlo también en honor a la verdad, que el pelo largo era objeto de una irreverencia para las autoridades cuando fueron barbudos con melenas quienes hicieron la revolución, así como las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Portar un disco de larga duración de The Beatles bajo el brazo era considerado como “diversionismo ideológico”.

Cuba no estuvo ajena al movimiento hippie. Aunque no había ninguna guerra por protestar, defendían el amor libre y rechazaban cualquier influencia cultural socialista o propiamente capitalista.

Cinco décadas más tarde, aún vive y deleita la banda Los Kents a la cabeza de su fundador Carlos Carnero, con una joya vocal en “Lily” Ojeda a quien hay que escuchar con un sentido Proud Mary y acompañamiento de lujo.

Durante el concierto y poco “fijador” para tiempo después cuando despertemos y volvamos a la realidad, la labor de los Kents reviste un propósito inapreciable para el espíritu en todos aquellos  que crecimos en esa época que los críticos llaman “prodigiosa”. No estaban equivocados.

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