¡Que vivan las tinieblas!

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¡Que vivan las tinieblas!

Carlos Humanes, editor de Elboletin.com

Era el siglo XIX. Quizá el grito más adecuado ahora sea otro. Tal vez, ¡Que vivan las tinieblas!. ¡Que vivan las caenas! era el grito con que las capas más populares de la ciudadanía española recibían la restauración plena de Fernando VII, el Rey Felón, que realizaron los Cien Mil hijos de San Luis.

Era el siglo XIX. Quizá el grito más adecuado ahora sea otro. Tal vez, ¡Que vivan las tinieblas! por la penumbra, la opacidad y la oscuridad rigurosa con que el Gobierno maneja el dinero de los contribuyentes. Y en los últimos días se han producido tres ejemplos de esta tendencia creciente.

El más reciente, y quizá el más estrepitosa, sea el descubrimiento de la existencia de un extraño mecanismo, disfrazado de supuesto mercado, por medio del cuál se fija una parte del precio del Kilovatio . Un fiasco del que ya se había advertido hace tiempo desde muchas instancias y que vuelve a poner de manifiesto que el precio de la energía en España no depende del libre juego de la oferta y la demanda, ni de los costes de su producción y transporte, porque contiene un saco de impuestos diversos y costes diferidos.

Cierto que alguien debe saber cómo funciona ese endiablado sistema de fijación de precios. Pero ese conocimiento no ha trascendido a la opinión pública. Sí se sabe, sin embargo, que lo que hasta ayer era intocable para el Gobierno ha dejado de serlo tras anular fulminantemente una subasta cuyo resultado iba a elevar la factura de la luz en un 11% . Si se ha hecho ahora, parece obvio que antes ya se pudo hacer algo. Esa descomunal elevación del precio choca con la lógica. Si cae la demanda y no se ha producido una subida inesperada, y desorbitada de los combustibles fósiles, resulta imposible que los precios suban.

Otro caso singular es el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, el famoso FROB que esta semana ha anunciado la venta de Novagalicia a Banesco, un banco de origen venezolano, pero que tiene la razón social de su matriz en Madrid. Una extraña y particular operación sobre la que apenas se conoce un evanescente precio que ni siquiera termina de estar claro. Lo que sí esta claro, sin embargo, es que al contribuyente, la broma le ha constado como mínimo 8.000 millones de euros, aunque bien podrían ser más, habida cuenta de esa falta de información de la que hablamos.

En tercer lugar tenemos la ya clásica operativa de la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) que continua con sus maniobras de titulizaciones, ventas y paraventas, con algunas operaciones que tienen todo el aspecto de los más puros esquemas de ‘leaseback’s’ potenciales, sin que nadie haya explicado a los ciudadanos que beneficio real sacan de este mecanismo de saneamiento bancario adicional que es lo que es, y no otra cosa, este famoso banco malo.

Son sólo tres casos, más o menos recientes, pero, desde luego no son los únicos elementos que conforma un conjunto cada vez más preocupante. Tanto por el perfil de un Gobierno que ni explica nada sobre lo que hace con el dinero público ni se cree obligado a hacerlo y también por la falta de una exigencia clara de información por parte del principal partido de la oposición. Dos fenómenos que se suman para demostrar la ausencia de calidad democrática que padecemos. Por eso, como decíamos al principio, si antes se gritaba ¡Vivan las caenas! ahora lo que toca es darle esos mismos vivas a la opacidad con la que nuestros gobernantes manejan los recursos de los ciudadanos.

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