En la edición de Internet del prestigioso semanario británico The Economist se abordaba ayer la crisis del ‘megabanco’ holandés ING sobre la tonalidad latente de que esta ruptura, no por esperada menos inquietante, sólo será la primera de una larga y dramática cadena. Al parecer, el excesivo pudor y el nacionalismo rancio y recalcitrante estaría detrás de una falta de reconocimiento de la salud real de algunas entidades financieras. Y, al final, resulta imposible mantener más tiempo la ficción. Ahora, por lo tanto, los expertos malintencionados apuestan por otras franquicias como próximas candidatas al derrumbamiento total.
Suenan históricos como el Royal Bank of Scotland, y algunos analistas concluyen que los peor parados van a ser aquellos bancos que hayan sido demasiado aventureros y se expandieran por mercados lejanos a su clientela doméstica. Pero, al menos, los expertos con los que consulta The Economist, señalan una notable excepción. La correspondiente a la gran banca española. A Santander y BBVA.
