El guardia pirómano

Opinión

El guardia pirómano

Diego Carcedo, periodista

La Guardia Civil de Navalcarnero ha detenido a uno de los suyos con la yesca en la mano con la que habituaba pegarle fuego a los montes que se le ponían a tiro. Se llama Enrique, sus apellidos – silenciados hasta que el juez sentencie – responden a las iniciales E.L., tiene 29 años, nació en Melilla y el hombre, por lo que confiesa, tiene una debilidad siniestra, incendiar cualquier masa forestal que le salte a la vista. Al parecer ya la sentía desde pequeño, aunque en Melilla muchos bosques la verdad es que no hay y probablemente no la pudo satisfacer.

Aquí, en la Meseta, sí, y en lo que va de verano ya provocó 19 incendios forestales en la sierra de Madrid. Un récord. Hasta ahora los incendios provocados, que suelen ser la mayoría, eran fechorías de especuladores con maderas chamuscadas y terrenos recalificables o de pastores convencidos de que las llamas regeneran los pastos, sin preocuparse gran cosa – es decir, nada – del daño que causan.

Pero un guardia civil, que entre sus vocaciones y responsabilidades está perseguir el delito, no era normal, que se sepa al menos, que tuviese como debilidad la piromanía. Este agente, Enrique, que estos días duerme en el calabozo a donde él acostumbraba enviar a otros infractores de la Ley parece que es una excepción aunque… vaya usted a saber. También hay antecedentes de bomberos pirómanos no se sabe si para agenciarse trabajo mantener el empleo o por morirse de la risa.

Los incendios forestales son una plaga en los calores estivales y la verdad es que reconforta ver que algunos de sus culpables, por desgracia casi nunca todos, acaban pagando con sus huesos en prisión. Quemar bosques atenta contra todo, empezando por vidas humanas y acabando por el paisaje y el equilibrio ecológico que tanto necesitamos conservar para poder seguir respirando. Que un guardia civil haya dado el mal ejemplo de ejercer de pirómano en sus ratos libros permite, no hay mal que por bien no venga, demostrar que quien incendia la paga o, por lo menos, se arriesga a tener que pagarlo.

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