¿Héroe o víctima?

Desde el Malecón

¿Héroe o víctima?

Esto de los menores buscándose la vida lo he presenciado en otros países latinoamericanos y africanos. Pero jamás en Cuba.

la habana

Debo confesar, entrando en materia, que por mucho que traté de quitarme de encima la pena por no decir vergüenza, me impactó un niño de diez años, con balde de agua en mano, fregando autos en una zona de Miramar donde existen varios restaurantes privados.

Esto de los menores buscándose la vida lo he presenciado en otros países latinoamericanos y africanos. Pero jamás en Cuba, donde aumentan por día los adultos que revisan los contendores de basura en busca de algo útil, son más los que salen a mendigar unos pesos a la calle y los que no tienen una digna comida en sus casas.

Un panorama que hay que vivirlo para creerlo, que cada cual politizará a su manera.

Ocurrió este sábado alrededor de un mediodía de abril del 2024.

Ya el menor llamaba la atención de cuanto auto le pasaba por el lado. Movía sus manitas como indicando “aquí estoy listo para la faena”. Un cubanoamericano en compañía de su novia, presto a entrar al salón, le hizo señas para que se acercara y preguntarle si había almorzado.

La escena, no ha sido contada, sino presenciada por este servidor.

Tan cercanas las mesas que se podía escuchar en voz baja la conversación. El niño iba limpio, correctamente vestido. Lo primero que llamó la atención fue el uso adecuado de los cubiertos. Eso dice mucho de una persona. El pequeño los manejaba a la perfección. Ocho hermanos. Padre ausente. Madre enferma. Amante del fútbol. En ocasiones, una leve sonrisa y pequeñas frases. Comía con pausa, tranquilo y agradecido.

Cuando todo indicaba el final de acto tan humano y admirable, para nada mandado a hacer, la novia del joven extrajo de la cartera uno, dos, tres, cuatro, y cinco billetes de mil pesos. Fue él quien le anunció al muchacho:

-Ya hoy terminó tu trabajo. Ahora a buscar buen lugar para un helado.

El niño corrió hacia una palmera cercana donde guardaba el balde de limpieza. Lo tomó en sus manos cual juguete para marchar alegre en busca del postre.

A la camarera le pregunté si lo conocía.

-Hace días viene haciendo lo mismo con su cubo y esponja. Aquí no pide nada.

No pude evitar la tentación de ir tras él este domingo. Allí estaba dispuesto para el primer cliente. Respecto al pago, dijo “lo que usted quiera”. Solicité limpiar sólo las matrículas del auto como pretexto para conversar. Si algo alivia el acontecimiento es que lo hace por estar en semana de receso escolar. El próximo lunes volverá a clases. Algunos hablarán de paseos; él, de trabajo bajo el sol inclemente.

– ¿Y qué piensas estudiar cuando seas grande?

-Carros y motos -contestó.

Demasiadas interrogantes. A ver si se percata que fregando gana más que un ingeniero automotriz graduado con honores. Al menos, tiene educación y sabe cómo colocar un tenedor entre sus dedos y no hablar con comida en la boca.

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