Menos mal

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Menos mal

Menos mal que hace una semana, una nutrida selección de medios europeos destacaba la histórica victoria de un tal Mario Monti, presidente italiano, y su compañero el español Mariano Rajoy que, en una singular Cumbre Europea de Jefes de Estado y con el apoyo de la figura de François Hollande como Merlín protector, consiguieron derrotar y hacer moder el polvo a la canciller alemana Angela Merkel.

Fue, según las crónicas, una suerte de justicia poética a mayor gloria de dos tipos intrépidos y hombres de bien, cuyos países sólo bordean la indigencia económica por los caprichos de esos mal llamados mercados donde no cotiza nunca la realidad. Sólo el miedo, según dicen y a los que, sin embargo, es necesario convencer y tranquilizar periódicamente.

Han bastado unos pocos días para contrastar que en esa primera versión épica de la lucha entre titanes, algo no cuadra como debiera. De momento, el BCE, con ese Mario Draghi que se iba a encargar de bajar la presión sobre las deudas soberanas en peligro, se ha mostrado tajante en la primera oportunidad que ha tenido de hablar directamente sobre este asunto. Ya le han oído, de comprar bonos públicos nada de nada. Por lo menos, de momento.

Y tras la negativa, el hidalgo Monti ha tenido que lanzarse a anunciar otra andanada de recortes sociales que son, además, los más importantes que llevará a cabo desde que fue impulsado al sillón del Quirinal por las fuerza conjunta de Bruselas y Berlín, que forzaron un inusualmente discreto ‘mutis por el foro’ de Silvio Berlusconi. Un tajo que adelgazará a la administración italiana del 10% de sus funcionarios y dejará a la economía italiana con otro puñado de consumidores menos, justo cuando el profesor decía que lo que había que hacer era apostar por el crecimiento.

En el caso español la historia también es conocida. Rajoy sigue en sus trece y desde que admitió que España iba a pedir a Europa ‘un crédito, en condiciones más favorables que las del mercado, para salvar la banca, se ha esforzado, una y otra vez, por explicar que el Estado español no será ni el garante final, ni el pagano del rescate.

Pues bien, a lo largo de la semana ha ido quedando meridianamente claro, a través de múltiples declaraciones de otros tantos altos funcionarios europeos que el hecho de que el avalista de última instancia del crédito solicitado sea el conjunto de los contribuyentes españoles es una condición innegociable para que llegue el dinero.

Otra cosa es que esa condición sea un dislate estratégico. Sobre todo para los prestamistas, que son los países de la Eurozna en su conjunto. Pero estamos en una época en la que parece que los disparates son una de las pocas cosas que sí cotizan al alza.

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