Los equilibrios en la cuerda realizados por Angela Merkel y la CDU durante la última semana parecen haber dado el fruto electoral inesperado, al menos por ahora. De hecho, el principal motivo por el que la canciller decidió replantearse de un plumazo la política energética que había impulsado sólo unos meses antes fue, según la mayor parte de los observadores, la necesidad de evitar que aumentase la fuga de votos democristianos que se viene produciendo inexorablemente en cada cita con las urnas locales, en este apretado calendario 2011 que tienen por delante.
En paralelo, con estas cuitas políticas que parecen centrar la preocupación más acuciante de Berlín y quizá por la evidente falta de un proyecto concreto para Europa en el actual ejecutivo, algunos comentaristas conservadores llevan unos cuantos meses explicando la teoría de la necesidad de imponer un euro con doble alma que rescatase los tiempos victoriosos del glorioso marco alemán que aún recuerdan muchos nostálgicos. No sólo conservadores.
