Malos tiempos para el sindicalismo

Opinión

Malos tiempos para el sindicalismo

No corren buenos tiempos para el sindicalismo. Es decir, no corren buenos tiempos para casi nada y para el sindicalismo, menos. Los malos vientos vienen de los Estados Unidos, donde todo lo que se mueve acaba agitando a Europa. ¡Y cómo! El Congreso de Wisconsin, que es un Estado que pinta bastante poco, pero no por eso su ejemplo dejará de cundir, acaba de anticipar una ley que elimina los derechos sindicales de los funcionarios. ¡Habrase visto, coño! Que se sepa, es una decisión que carece de precedente en los países democráticos y Wisconsin que se sepa lo sigue siendo.

El presidente Obama está que trina, pero todo el poder que emana el Despacho Oval que ocupa, no llega para frenar los disparates que puedan cometer las administraciones, digamos que autónomas, de los Estados federados. Lo vimos hace poco también en Arizona, donde un entramado del Tea Party implantó una Ley de dudosa constitucionalidad y clarísimo sentido discriminador contra los inmigrantes que tanto vienen contribuyendo a la prosperidad de aquel desértico territorio y contra la cual el mandamás de Washington nada pudo hacer.

Los trabajadores públicos de Wisconsin se quedan sin capacidad para reivindicar sus derechos, igual que en una dictadura cualquiera del Tercer Mundo, Libia sin ir más lejos. Aquí la cosa todavía no llega a tanto, pero tampoco se puede decir que corran buenos tiempos para el sindicalismo tradicional. El Gobierno, que durante años fue del brazo de sus reivindicaciones, de pronto se pasó al bando europeo de los recortes mientras que Esperanza Aguirre en su política de palo y tente tieso a lo público madrileño declaró la guerra a los liberados que tanto en la Administración autonómica como en las empresas representan a los trabajadores y atienden a sus intereses.

Dos mil delegados han perdido su condición como mal menor que a regañadientes las centrales han aceptado. El Tea Party nacional no llega a donde sus colegas del otro lado del Atlántico, pero, no sé, mucho me temo, que todo se andará.

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