A la niña de la casa le compran unas rojas manzanas gringas de esas que vienen por decenas de cajas al mercado oficial. En un acto de total ingenuidad o fantasía, la infanta le pide al abuelo que siembre las semillitas para, como milagro celestial, germinar las simientes en el jardín, crecer el arbusto y comenzar a dar frutos sin mayor atención cultural alguna. Sólo cariño y buenas intenciones.
Alguien en la familia lo justificó en pocas palabras: “El abuelo tiene manos prodigiosas. Todo lo que siembra se le da”. Bendito el anciano. A ver si se empeña en criar gallinas ponedoras y anunciarlas en renta: “Alquilo a mi selecta Ametralladora Kelly por una semana”. En el agro mercado de oferta y demanda, de 19 y B, Vedado, facturaba hoy el cartón de 24 huevos a 3.700 pesos, unos doce euros promedio.
Compañero ministro de Agricultura, ajeno por completo al mundo de la botánica y la agronomía, aunque veterano recluta militar de aquella histórica y extensa zafra azucarera de 1970, además de experto dinamitero de cuanto árbol frutal había en el llamado Cordón de La Habana, le ruego cuanto antes se persone usted o un asesor de confianza para que presencie esa bondad de nuestra madre naturaleza insular, que sirva para meditar por qué diablos la libra de limón está ahora mismo en 700 pesos cubanos, casi la mitad de una pensión.
De paso, ministro, converse con el abuelo que vive en avenida 84, entre 19 y 21, municipio habanero de Playa. Que ni se le ocurra, por favor, meterle en la cabeza la frenética idea de la exportación porque si prospera el manzano, los frutos irán hacia la nieta para combatir ese dolor testicular o de ovarios llamado merienda escolar.
Jugo de manzanas en la mochila camino del aula porque una simple limonada es ahora mismo un lujo de ricos en Cuba.
