Llevarse la guerra a casa

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Llevarse la guerra a casa

En estos momentos tan críticos y difíciles en Cuba en todos los órdenes, mantener la tranquilidad y armonía hogareñas es tarea en extremo muy seria.

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Estar en el hogar como si fuese una trinchera o refugio, arrastrar los problemas del trabajo a la vivienda, malhumorarse con sus convivientes por un desajustado amorío, convivir con contratiempos domésticos sin aparente solución, es prácticamente abordar el mismo tema con sus diversos matices: fomentar el malestar hogareño, crear un infierno bajo techo sin salida de emergencia.

Y en estos momentos tan críticos y difíciles en Cuba en todos los órdenes, mantener la tranquilidad y armonía hogareñas es tarea en extremo muy seria.

A mi juicio, el de la guerra es el peor. Los demás pudieran ser pasajeros. La muchacha se calmó con el novio o la novia, que así van las cosas; el administrador reconoció el error y cambió de parecer o que al final del mes apareciesen los encargados de limpiar la fosa que ya alcanzaba la mitad de la calle. Pero cuando un excombatiente no logra borrar parte de sus recuerdos alcanzados en una conflagración bélica, donde no faltan las experiencias humanas más desgarradoras, entonces estamos hablando lo que psiquiatras denominan como efectos postraumáticos.

Un diagnóstico popular resulta más simple y hasta convincente; “Fulano está quemao”.

Ya quedan pocos veteranos de guerra en Cuba. Andan por los ochenta y noventa y tantos años de edad aquellos provenientes de las distintas fuerzas que combatieron a Batista y participaron en El Escambray o Playa Girón. Los más “jóvenes”, conocidos como internacionalistas (Angola y Etiopía básicamente) todos sobrepasan los 60. Ancianos ya, con sus majaderías, disgustos y remembranzas. El paso del tiempo ha sido implacable. Hoy, con jóvenes generales que jamás se han visto involucrados en una acción combativa, que no se han enterado todavía qué olor tiene la muerte.

Enorme el reto real y personal de estos hombres olvidados. Grandes los desafíos mentales y emocionales cuando no pocas veces piensan que están rodeados por el enemigo y sin vituallas, que la solución está en manos de un Kaláshnikov.

Por fortuna para la sociedad, en Cuba no se puede adquirir ni una mala réplica en jugueterías. No existen ni lo uno ni lo otro. ”Quemaos” sí. Tal vez a una compañía por municipio.

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