La grandeza del Porsche 928 no fue reconocida hace 40 años

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La grandeza del Porsche 928 no fue reconocida hace 40 años

El Porsche 928 era más un auto para viajeros con ambiciones deportivas que un auto de competencia con licencia para el tránsito urbano.

Porsche 928

Porsche pretendía dar el gran salto hace 40 años con la presentación del 928 en el Salón del Automóvil de Ginebra. El objetivo era meter una cuña en el segmento superior del mercado y desplazar a modelos como el Jaguar XJ-S o el Mercedes SEC y a la vez sustituir al mítico Porsche 911 como nave insignia de la empresa alemana. Pero los fans de Porsche no experimentaron la empatía esperada por el Gran Turismo de cuatro plazas, de 4,45 metros de largo y 1,84 metros de ancho. Había dos errores en los cálculos previos: con su motor V8 de 4,5 litros y una potencia de 176 kW/240 CV, que le permitía alcanzar una velocidad máxima de 230 km/h, no podía hacerle frente realmente a sus competidores. Y el 928 era tan diferente del 911, que los fans no lo reconocieron como un sucesor válido. Menos aún con su elevado precio básico.

El Porsche 928 era más un auto para viajeros con ambiciones deportivas que un auto de competencia con licencia para el tránsito urbano. El 911 estaba equipado con un motor bóxer trasero de refrigeración por aire, en tanto que el 928 llevaba su motor V8 refrigerado por agua bajo el capó delantero.

Esta motorización fue el inicio de una nueva era, según destaca el portavoz de Porsche Christian Weiss: «Era una máquina totalmente innovadora para Porsche. Un motor de ocho cilindros, con los cilindros dispuestos en V en un ángulo de 90 grados». Porsche ya había construido motores de ocho cilindros en los años 60 y 70, rememora Weiss. Pero en disposicion bóxer horizontal, con refrigeración por aire y sólo para el equipamiento de vehículos de carrera.

El motor V8 refrigerado por agua fue un descubrimiento aplicado por Porsche por primera vez en el 928, en fundición de aluminio. Su larga trompa, los faros redondos plegables y la popa abultada al estilo de los botes era sumamente atractiva a la vista. En los asientos delanteros se disfrutaba de una comodidad casi feudal, en los traseros se estaba al menos más cómodo que nunca en un Porsche. Con su guantera refrigerada, los frenos ABS o el control de presión de neumáticos se adelantaba por varios años a la competencia. Y el eje trasero que acompañaba el ángulo de giro le daba la posibilidad de tomar las curvas a más velocidad que sus competidores.

Variantes posteriores más poderosas como el 928 S de 1979 con 221 kW/300 CV, el 928 S4 de 1987 con 235 kW/320 CV y el 928 GTS de 5,4 litros de 1992 con 257 kW/350 CV llevaron a este Porsche finalmente a tomar la delantera frente al BMW 850 o el Jaguar XK8, con su velocidad máxima de 275 km/h. Pero el precio también aumentó en forma proporcional al incremento de potencia y velocidad.

Así es que el 928 ascendió en el imaginario de los fans de Porsche. Se lo percibe en los precios de venta de los autos, cuya comercialización fue discontinuada por los fabricantes en 1995. Hace cuatro o cinco años se los conseguia en Alemania por 20 000 euros. Hoy se ha triplicado ese precio, dice Gunther Kussauer, presidente del Porsche Club 928. En una subasta se llegó incluso a 250 000 euros, señala. «Para los que quieren ir más allá de un motor de cuatro cilindros no hay entre los Porsche un clásico más atractivo que el 928», sentencia Kussauer.

Pero hay que atender a algunas particularidades. Por los sucesivos cambios de diseño se trata de uno de los pocos modelos antiguos en que se cotizan mejor los más nuevos que los de los primeros años. Por otra parte, se trata de una construcción muy compleja, a diferencia del 911. «El 911 es en el fondo aún un pariente cercano del escarabajo de Volkswagen, en tanto que el 928 es un auto moderno, con más equipamiento, más técnica, y por tanto con más partes que se pueden romper», advierte Kussauer. Porsche dispone de repuestos, pero los cobra bien caros, al igual que las reparaciones. Adquirir un 928 con arreglos por delante puede ser por tanto una inversión onerosa.

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