Conversación con un joven 1er. Tte. del ejército

Desde el Malecón

Conversación con un joven 1er. Tte. del ejército

No mostró el más mínimo interés en conversar o al menos escuchar a un veterano de guerra.

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Veterano

Somos conversadores los cubanos. Algunos, más de la cuenta, aunque otros hablan en modalidad de goteo. Ha sido el caso este último en la fila del mercado para obtener el llamado módulo que se entrega por cartilla cuando las existencias lo permitan. Hoy, detergente, una bolsa de pollo gringo de 4,54 kg, aceite, picadillo mixto condimentado y salchichas de pollo mezcladas con cerdo.

Detrás de quien suscribe, un joven oficial con grados de 1er. Tte. de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Muy parco para establecer un diálogo de esos que alivian la larga espera por la compra. Me hizo recordar aquellos inicios del Servicio Militar Obligatorio (SMO) cuando un sargento nos informaba que en casa no podíamos decir ni lo que comíamos en la unidad militar porque el enemigo podía enterarse que estábamos a golpe de chícharos, carne rusa y macarrones.

Le pregunto de saque al muchacho cómo andaban sus conocimientos en artillería, si conocía el término de “horquillamiento” y responde que de ello poco sabía, que no era su especialidad. Le explico que un obús enemigo cien metros delante del observatorio y otro a 150 por detrás implicaba que el próximo caería sobre nuestras cabezas. Silencio absoluto. Verbal y facial.

Bien por el principio de discreción militar, poca cultura para entablar un diálogo, el malestar del infernal calor, algún problema personal o familiar o lo que fuera, no mostró el más mínimo interés en conversar o al menos escuchar a un veterano de guerra. Se apartó de la fila y prendió un cigarro.

Así estamos, casi olvidados salvo cuando se aproxime alguna fecha de importancia para que entonces mencionen a los 2.289 muertos en esas contiendas africanas y sean los sobrevivientes los que se enteren.

Gritan desde la puerta:

-¡El próximo!

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