‘Whiplash’, una película de Damien Chazelle

La butaca

‘Whiplash’, una película de Damien Chazelle

Whiplash, una película de Damien Chazelle

Sangre, sudor y lágrimas a ritmo de jazz. ‘Whiplash’ consigue mantener el ‘tempo’ y hacernos sufrir y vibrar con uno de los finales más electrizantes de los últimos años. ‘Whiplash’ es la sorpresa ‘indie’ de la temporada y una de las películas nominadas al Oscar menos conocida. El título (en español, ‘latigazo’), describe muy bien esta historia de obsesión por ser el mejor, por alcanzar un ambicioso sueño, cueste lo que cueste, aguantando todo tipo de golpes. También por descubrir a ese alguien a quien siempre se recordará por su talento, aunque para ello haya que presionarle sin límites, que machacarle e incluso que torturarle.

Andrew Neiman (Miles Teller) es un joven baterista que sueña con triunfar en el mundo del jazz. En su camino se cruza con Terence Fletcher (J. K. Simmons), un estricto profesor conocido por su talento, pero también por sus extremos y censurables métodos de enseñanza, que rozan el maltrato psicológico.

Fletcher ambiciona mostrar al mundo a la próxima gran figura del jazz, al nuevo Charlie Parker, para lo que cree que es necesario presionar al aspirante más allá de lo tolerable con el fin de sacarle todo el jugo. Un jugo que incluye sangre, sudor y lágrimas.

Así, Neiman se convierte en su nueva oportunidad. Bajo la opresión y la batuta del profesor, el joven se obsesionará por demostrar su talento: sangrará por la fricción de las baquetas tras ensayar durante horas y horas, sudará por intentar agarrarse al ‘tempo’ exigido y llorará de impotencia.

Lo más destacado de ‘Whiplash’ es que el espectador también sufre con el protagonista, acaba agotado con los intensos ensayos, se estremece en la butaca y vibra con el clímax final. Unas sensaciones que el joven director Damien Chazelle es capaz de transmitir gracias a una realización y a un montaje excepcionales, que generan una tensión ‘in crescendo’.

Sin duda, la elección de la batería como el instrumento en el que se apoya la narración no es casual. Aparte de que Chazelle, que es también el guionista de la cinta, es percusionista, el golpe de la baqueta en los platos ayuda a la fluidez de la narración, al aspecto visual y al ritmo trepidante de la cinta. Es una herramienta necesaria que sirve de vehículo en esta historia de ambición.

Y sobre todo, la batería aporta ese electrizante final. Uno de los más excitantes de los últimos años. De los que apetece aplaudir.

El magnetismo de la película tampoco sería posible sin las grandes actuaciones de Miles Teller y J. K. Simmons, que llevan el duelo ‘western’ de los personajes al plano interpretativo. Simmons, con su papel de profesor despótico, de métodos militares y manipulador, se ha llevado todos los premios habidos y por haber y, seguramente, se haga también con el Oscar.

Todo ello, interpretaciones, realización y montaje, intensifican un guión sencillo, que parece que ya hemos visto en otras ocasiones en cintas como ‘Cisne negro’, pero que presenta varias capas. Aunque el film no se libra de algunos excesos emotivos y situaciones exageradas para hilar la trama.

El origen del libreto es un corto del propio director, que se llevó hace un par de años el aplauso del Festival de Sundance. Un año después, el largometraje triunfó también en el certamen de cine independiente y desde entonces no ha parado. La nominación al Oscar es la guinda a la buena trayectoria en eventos cinematográficos de la cinta, que, sin embargo, no ha tenido el mismo respaldo en taquilla.

Pero la película también se ha llevado palos. Muchos critican su mensaje, al entender que llega a justificar los métodos del profesor y el excesivo sacrificio para conseguir un objetivo. Otros consideran que no deja en buen lugar a los músicos.

Tengamos una percepción u otra, ‘Whiplash’ es una obra excepcional y absorbente. Muy recomendable, especialmente para aquellos a los que les gusta no sólo ver una película, sino también sentirla.

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