Al borde del pánico

Coronavirus

Al borde del pánico

Aparte el riesgo de llevarse por delante muchas vidas, la irrupción del coronavirus como primer factor de terror ya está causando innumerables trastornos y problemas a las economías.

Coronavirus

Puede resultar demasiado alarmante, pero la realidad induce a pensarlo: el mundo avanza hacia el borde del pánico. Creíamos que los tiempos de las grandes epidemias, las que causaban millones de muertos a cambio de un capítulo en la historia de la humanidad, habían sido superados gracias a los gigantescos avances de la ciencia. Pero estábamos equivocados. La epidemia de coronavirus, una especia de gripe resistente como no se conocía otra, ha puesto en cuestión de días a la sociedad en estado máxima alerta.

Hay quien piensa que se trata de puro sensacionalismo informativo, y creé que China, donde ha estallado la epidemia, queda demasiado lejos para temer el contagio. Nada menos cierto: el corona es un virus más potente y más contagioso que todos los que en los últimos años han causado epidemias como el SRAS, el zika o el ébola. Hasta ahora no se ha encontrado, en un esfuerzo contra el reloj, remedio suficiente para combatirlo ni vacuna para evitarlo. El contagio se puede producir de muchas maneras y tarda unas dos semanas en manifestarse. Mucho tiempo para seguir contagiando.

Acabo de bajarme de un avión y me sorprendió la cantidad de pasajeros que llevaban una mascarilla. En algunos puertos, como el de Barcelona, las mascarillas se han agotado en las farmacias. Por ahora en España no se ha controlado ningún caso y en el resto de Europa pueden contarse con los dedos de las dos manos. Pero los científicos, que se enfrentan con el mayor reto del presente, saben y no ocultan que puede volar con la rapidez de los aviones y esparcirse entre los países sin que nos percatemos. De momento se han empezado a adoptar medidas drásticas para impedirlo.

Las principales compañías aéreas, como British, Lufthansa o Iberia, han cancelado los vuelos con China donde radica el epicentro de la epidemia y son ya cincuenta millones de personas – más que toda la población de España – las que permanecen bloqueadas en sus residencias, igual que si se tratase de prisioneros. Cada persona que ha pisado la ciudad de Wuhan o simplemente ha mantenido algún contacto humano o material procedente de allí es puesta en cuarentena donde quiera que llegue. Quien llega a un puerto o un aeropuerto procedente de China y se le vea estornudar y sienta unos grados de fiebre inmediatamente es sometido a reconocimiento y aislado.

La Organización Mundial de la Salud está preparándose para declarar una emergencia global. Las comunicaciones modernas, tanto da que sean terrestres, marítimas o aéreas multiplican el peligro. En Italia un crucero procedente de España que había pasado por China fue retenido. Rusia cerró 4.200 kilómetros, que se dice pronto, de frontera con China. Muchos gobiernos, como el de los Estados Unidos o España, piden a sus ciudadanos que no viajen a China si no es necesario. Aunque no se trate de regiones afectadas directamente – China es muy grande y tiene más de mil millones de habitantes- , el riesgo de contagio se va extendiendo.

Aunque parezca exagerado cuanto se viene contando, el miedo que generado ha alertado a los gobiernos de todo el mundo y las medidas superan todas las previsiones y todos los precedentes. Aparte el riesgo de llevarse por delante muchas vidas – como ocurrió en siglos pasados por el cólera-, la irrupción del coronavirus como primer factor de terror, ya está causando innumerables trastornos y problemas a las economías – el turismo es de las actividades que pueden resultar más afectadas –, las exportaciones, el tráfico de mercancías… y las propias relaciones sociales. Todo se resentirá de manera muy grave, si la ciencia no consigue frenarlo cuanto antes.

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