Goya no asistió

Gala de los Goya

Goya no asistió

Los aficionados al cine tienen como referente la espectacularidad de la entrega de los Oscar en Hollywood y la comparación es inevitable. Goya no asistió a la rimbombante ceremonia de entrega de los premios que llevan su nombre pero si hubiese asistido, seguro que se habría aburrido mucho igual que les ocurrió a una buena parte de los invitados y de los espectadores que aguantaron hasta el final la trasmisión por televisión. La gala fue precedida de abundante propaganda, celebraba su trigésimo aniversario y las esperanzas de que superase los fallos de las anteriores, un año más se vieron frustradas.

El mundo del cine, que tanto contribuye al entretenimiento de la gente merece un homenaje como el que se le intentó brindar, pero hay que decir que los esfuerzos y buenos propósitos de los organizadores lejos de cumplirse sólo demostraron una vez más que no terminan de cuajar. Muchas personas interesadas coincidían al día siguiente al calificar el espectáculo como un solemne coñazo. Y lo peor de todo, seguramente su excesiva duración.

Muchos momentos revelaron capacidad creativa y profesionalidad en el montaje, pero el conjunto se hizo soporífero e interminable. La estrategia lógica de dejar algunos de los premios principales para el final no logró vencer el sueño y la incomodidad de tantas horas en una butaca, aplaudiendo de vez en cuando y sin que el show hubiese conseguido propiciar emoción. Influyó sin duda el que las películas candidatas a los principales galardones eran buenas pero poco conocidas.

Los aficionados al cine tienen como referente la espectacularidad de la entrega de los Oscar en Hollywood y la comparación es inevitable. Bien es verdad que los norteamericanos lo mismo haciendo películas que montando este tipo de espectáculos cuentan con una experiencia muy grande y con un plantel de candidatos y estrellas presentes que aquí es imposible reunir. No deja de ser curioso que este año despertaron más interés los líderes políticos presentes que los candidatos.

La pajarita que lucía Pablo Iglesias, que le elevaba a la condición de un miembro más de la casta, fue más comentada que la exhibición de modelos que desfilaron por la alfombra roja. Lo peor, seguramente, las largas e insulsas parrafadas de algunos premiados que fueron la principal causa del agotamiento que despertó toda la fiesta. Lo primero que deberían hacer los organizadores para la próxima edición es controlar a rajatabla los tiempos y lo segundo, si mi consejo es aprovechable, seguir a fondo la ceremonia de los Oscar y copiarla. Ellos lo harían si el resultado fuese el contrario.

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