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Si los precios de la gasolina o el gasóleo no bajaron más fue porque Hacienda seguía cargándolos con impuestos. El alivio de los precios que parecía ofrecer la gestión de la crisis era un espejismo; se ha esfumado en cuanto Mariano Rajoy empezó a decir que la recesión había pasado aunque nadie lo veía en sus bolsillos o chequeras e incluso a la hora de comer. Los precios de los combustibles dieron una tregua a la angustia que supone llegar a fin de mes, pero fue breve y hay que apresurarse a añadir que en su caída nada tuvo que ver el Gobierno. Quizás todo lo contrario.

Porque si los precios de la gasolina o el gasóleo no bajaron más fue porque Hacienda seguía cargándolos con impuestos. Aparte que la alegría fue breve y las cargas fiscales también han contribuido a abreviarla. Y lo mismo está ocurriendo con otros productos o servicios básicos, más básicos incluso que los combustibles: la electricidad y el gas. Lejos de estar bajando para que los ciudadanos pueden sobrellevar mejor sus penurias económicas, las facturas mensuales siguen aumentando.

Y es el propio Gobierno quien lo propicia. Los españoles somos los que más sufrimos el desempleo y de los que más acusamos los recortes, que ya llevan siete años encadenándose, pero eso no impide que seamos unos de los europeos que pagamos la electricidad y el gas más caros. Lo extraño es que en el Partido Popular, donde hay muchas personas inteligentes, se sorprendan ahora de que en las recientes elecciones autonómicas y municipales sus candidatos hayan sufrido un fuerte batacazo.

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