Regeneración

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Regeneración

Todos hacemos votos porque empiece pronto la legislatura de la regeneración democrática y social necesarias. Qué digo necesarias, ¡imprescindibles! La palabra regeneración suena a slogan político de siglos pasados, pero algo debe de seguir mal cuando es la más repetida y enfatizada de la campaña electoral que acabamos de vivir. Las elecciones autonómicas y locales ya son historia, bien es verdad que sin concluir, pero ahora enseguida se volverá a hablar de las elecciones generales previstas para el otoño y la idea de regenerar la vida pública seguirá viva en los mensajes de los candidatos empezando por el de Mariano Rajoy que no se rinde a la evidencia de que su tiempo para hacerlo ha prescrito.

Acaba la legislatura de la crisis inacabada y ya veremos si acabable y todos hacemos votos porque empiece pronto, de hecho debería haber empezado ya hace mucho tiempo, la legislatura de la regeneración democrática y social necesarias. Qué digo necesarias, ¡imprescindibles! Tranquiliza saber, después de escuchar, ver y leer las palabras de los aspirantes al poder local, que en eso se está aunque, como dudar es de sabios, copiamos a los sabios y dudamos de que estemos oyendo bien porque resulta bastante increíble.

Mejor dicho, si será verdad que las palabras y las promesas no van a quedarse flotando en el aire, en espera de las convocatorias siguientes. Hay muchos ingredientes en los mensajes que frenan el optimismo. El primero, que uno de los partidos que más se desgañitan prometiendo regeneración es el que en los últimos tiempos más protegió la corrupción y más se escaqueo a la hora de regenerar la vida pública. Más que intentar regenerarla, el balance que ofrece su gestión apunta en dirección contraria a la de la Gürtel, la Púnica, Valencia, Bárcenas, etc.

¿Regenerar? Pues, sí; pero que regeneren ellos; mientras los de siempre seguirán chupando del bote, es decir, trincando a mansalva igual que el primer día. Para empezar, cohechar, cobrar comisiones a cambio de favores, estafar a la sociedad, escaquear impuestos, evadir dinero y meter la mano en las arcas públicas ya no está mal visto. Se puede salir a la calle con la cabeza alta a gastarlo con salud nada más abandonar la cárcel. Que siga siendo pecado, pues no sabemos; de momento parece que tampoco.

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