La hora de los populismos

Brexit

La hora de los populismos

Actualmente asistimos a numerosas manifestaciones de populismos como el que ha llevado a los británicos a decidir su salida de la Unión Europea. Los populismos no son nuevos en política pero seguramente están viviendo una de sus épocas más doradas. Florecen por todas partes, a la izquierda y a la derecha, y aunque pueda parecer que cambian con el tiempo, la realidad es que apenas han variado. En España – donde ya han existido y ahora reverdecen con fuerza -la Real Academia de la Lengua los define como “tendencias políticas que pretenden atraerse a las clases populares”. Hoy quizás sería más preciso decir que en las democracias más avanzadas los populismos son argucias demagógicas para conseguir votos.

La demagogia es su herramienta de trabajo mientras que prometer todo lo que los ciudadanos quieren oír, su técnica para hacerse escuchar y convencer a los incrédulos. Los populismos no arguyen razones congruentes para arropar sus análisis y promesas. El oído humano aguanta mucho más de lo que se cree y la mente se deja convencer con mayor facilidad cuando escucha lo que desea que cuando se le informa de la realidad. La demagogia es el instrumento principal del populismo pero no el único; también contribuyen a su éxito actitudes de venganza y resabios de envidia.

La Historia nos recuerda que ya en Roma el populismo era una importante arma política. Pero no hace falta remontarse tan atrás ni mucho menos sólo a Europa para encontrar infinidad de ejemplos. En Latinoamérica el siglo pasado florecieron múltiples populismos y algunos, como el incombustible peronismo, aún siguen influyendo de manera decisiva en la vida política, en este caso en Argentina. Otros, como el chavismo y su ampliación geográfica al bolivarismo, han surgido al primer plano más recientemente y retan con frecuencia a la estabilidad democrática de los países.

Actualmente asistimos a numerosas manifestaciones de populismos – España no es una excepción- de diferente cariz que amenazan con darle un vuelco a los sistemas occidentales establecidos. El más estridente, al tratarse nada menos que de la Presidencia de los Estados Unidos, es la corriente ultra conservadora que lidera Donald Trump. Hace unos meses parecía imposible que un personaje de semejantes características y tan disparatadas ideas, consiguiese una nominación que le ha puesto a las puertas de la Casa Blanca. Otro populismo es el que ha llevado a los británicos a decidir su salida de la Unión Europea.

Hay populismo, ya digo, de izquierdas y de derecha, siempre por los extremos. En Francia, Partido Nacional de Marine Le Pen es un ejemplo de populismo que remite a los fascismos más duros de los años treinta pasados. Muchas veces las similitudes entre los populismos y sus estrategias, al margen de su orientación, comparten los mismos objetivos. Es decir que son extremos que se entrelazan. Es el caso del Brexit y, en líneas más amplias, de la oposición a la integración europea y al euro que prácticamente todos, desde Holanda hasta Hungría, mantienen.

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