La zona euro es vulnerable a las sacudidas de las bolsas extranjeras, especialmente si provocan que el euro se fortalezca. La recuperación en Europa podría verse frustrada por la inestabilidad en China. Las esperanzas que la zona euro ha puesto en una divisa comunitaria más débil, además de en un crecimiento global fuerte, podrían limitarse con el frenazo de la economía del gigante asiático.
La Eurozona aún tiene que recuperarse de la huella de las recesiones por las que ha pasado desde 2008. La crisis financiera global, sumada a las altas tasas de paro, las elevadas cargas de deuda y una inversión pobre, a pesar de las intervenciones de las instituciones comunitarias, provocan que la zona euro sea vulnerable a las sacudidas en el extranjero.
Es cierto que en esta ocasión la turbulencia no tiene orígenes Europeos: el último terremoto en Europa vino dado por Grecia, aunque la inestabilidad se saldó con el tercer plan de rescate. El problema queda en que el parón de una economía como China, que ha generado gran parte del crecimiento mundial de los últimos años, aún con Europa y Japón saliendo de sus recesiones y Estados Unidos estancado, provoca que sea difícil ver quién será el futuro motor de la economía mundial.
La otra cara de la moneda queda en el encarecimiento del euro frente al dólar y frente a otras divisas, después de debilitarse a principios de este año. Las exportaciones resultan más caras, a pesar de que el euro se mantiene relativamente barato, en un tipo de cambio de 1,16 dólares.
Con todo, se espera que el crecimiento económico de la Eurozona se modere por la situación en China, y que sea un 0,2% menor que en las previsiones. No obstante, el impacto más allá de este mismo año es aún difícil de prever.
