Hans Laguna, el ojo detrás de la cámara

Notas Alternativas

Hans Laguna, el ojo detrás de la cámara

Hans Laguna

El cantautor barcelonés nos entrega un delicado álbum de imágenes pop en ‘Manual de Fotografía’, su nuevo disco. Lo dijo Bo Didley: “Nunca juzgues un libro por su cubierta”. Y esa posición artística, vital y moral, seguramente acertada, que mantenía el salvaje ‘rockero’ de los cincuenta constituye, sin duda un valioso consejo. Pero también hay discos que ‘enganchan’ rápidamente gracias a su título y su portada, como el último del cantautor barcelonés, Hans Laguna.
 
Se llama ‘Manual de Fotografía’, ha sido editado por El Genio Equivocado, y contiene diez canciones de línea clara y luminosidad pop que transitan por las orillas de muchos estilos y hacen de la sobriedad en los arreglos una opción estética. Con buenas melodías, letras intimistas y una ambientación melancólica y otoñal que resulta muy acogedora.
 
Mucho más lirico que épico, Laguna parece haber optado en esta ocasión por tomar distancia con las habituales ‘cabalgadas’ de bajo y batería que configuran el repertorio de los exitosos grupos festivaleros de moda. Hay estribillos, pero son sutiles, y no parecen concebidos para ser coreados por una muchedumbre enardecida.
 
Tampoco nos imaginamos, en principio, a esta música como la opción ideal para llenar las pistas de bailes o narcotizar a las multitudes que se amontonan en los aquelarres electrónicos al aire libre. Aunque sí que da, probablemente, para darse un par de pasitos en el salón de casa con cuidado, claro, para no molestar al vecino de abajo.
 
Para conseguir su propósito, Laguna ha vuelto a confiar en sus productores de antes, Cristián Palleja y Ferrán Resines, y ha contado con la colaboración de unos cuantos compinches de su cuerda, como Blanca y Tuixén de Les Sueques, Julio Bustamante, Montse Azorín y Nacho Vegas, que han aceptado su invitación para intervenir en el disco.
 
Un atractivo adicional que refuerza, o confirma el interés de la propuesta de Laguna. Una música que acompaña mucho, molesta poco y, de manera sutil y poco invasiva, reclama y, por lo menos en mi caso, consigue hacerse merecedora de un espacio propio en el menú sonoro cotidiano. Pruébenlo.

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