‘Heartleap’, un disco de Vashti Bunyan

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‘Heartleap’, un disco de Vashti Bunyan

Heartleap, un disco de Vashti Bunyan

La cantante y compositora publica su tercer álbum, 44 años después de su debut discográfico. Parece increíble, pero es cierto, sólo siete años después de su reaparición discográfica, que tuvo lugar en 2005, la cantautora escocesa Vashti Bunyan, ha lanzado ‘Heartleap’, el tercer álbum de su carrera. Un espacio de tiempo sorprendentemente corto para los fans de esta mujer que tuvieron que esperar 35 años entre su primer disco, el maravilloso ‘Just Another Diamond Day’ de 1970 y ‘Lookaftering’, su reaparición de 2005.

Por suerte para todos los amantes de la buena música, Vashti dejó de ser un mito sumergido en la neblina y el misterio gracias al renacimiento hace poco más o menos del folk acústico y sensible, patrocinado por tipos como Iron and Wine o Devendra Banhart, fans confesos de la artista que volvieron a ponerla de moda a base de reivindicar su trabajo una y otra vez en cada entrevista que les hacía.

Fue también el momento en que se produjo la reivindicación final de Nick Drake que aún dura, y entre unas cosas y otras se generó un contexto abonado para que Bunyan buscara ajustar cuentas con el pasado y volviera a la ‘vida’. En su momento, la combinación de un éxito que le resultaba esquivo con su propio convencimiento de que nunca estaría a la altura de figuras como la gran Joni Mitchell, provocaron su prematura retirada.

Esta vez en cambio, la demora se ha producido por otros motivos. A Vashti no hay quien la meta prisa, por supuesto, y menos ahora que ha descubierto el maravilloso mundo de los sintetizadores y los instrumentos virtuales y ha podido gozar de las posibilidades de su ‘mac’ y hacerse el disco sola en casa. Con muy poca ayuda, mucha paciencia y esa sensibilidad para los sonidos que la caracteriza.

Hay, no obstante, algún que otro invitado de relumbrón, como el propio Banhart que hace coros en ‘Holy Smoke’, y un claro deseo de establecer una conexión con el álbum inmediatamente anterior desde la portada, que vuelve a ser un dibujo de Whyn Lewis, la hija de la artista, hasta el clima en general que evoca, el conseguido hace nueve años por el compositor y productor Max Richter que se encargó de los arreglos.

Dicen que no es una gran instrumentista, ni una gran cantante, pero al escuchar ‘Heartleap’, lo mismo que pasaba con sus anteriores entregas, no es fácil asegurar estos dos extremos. Sus arreglos son aquí auténticos trabajos de orfebrería y precisión que, una vez escuchados, justifican plenamente el tiempo que Bunyan ha tardado en terminarlos. Al menos, en mi opinión.

Claro que para degustar plenamente estas diez canciones, que apenas consumen 34 minutos de música, hay que estar relajado y tener tan poca prisa como ha tenido su autora. Solo quien esté dispuesto a afrontar la tarea con plena concentración extraerá todo el placer que puede proporcionar la escucha de un disco, que no ha sido pensado, tal vez, para sonar en estos acelerados tiempos actuales.

Por suerte para mí, a estas alturas del partido tampoco está uno para perder el paso por ir detrás de las tendencias. Más aún, el hecho de que Bunyan ya no sea una referencia constante entre los artistas de moda que, hoy por hoy, parecen tener otros antecedentes, resulta beneficioso para acercarse a esta tranquila propuesta sin ninguna idea preconcebida.

Después, es necesario establecer, como he dicho, una cierta complicidad con ella, con sus melodías susurradas, a veces casi imperceptibles, con las orquestaciones llenas de suavidad que las envuelven y con las cadencias que surgen de la nada hasta volver a desvanecerse en el aire, cuando ya han sido capturadas por el oyente y han cumplido la función para la que fueron creadas.

Hay texturas aquí que recuerdan a los mejores trabajos ambientales de Brian Eno y una decidida apuesta por el minimalismo que le sienta muy bien a las letras, metafóricas, pero llenas del encanto de esos acontecimientos milagrosos que solo suceden en la vida cotidiana y que le dan sentido sin que, muchas veces, uno sepa muy bien porque le parecen tan importantes.

Recuerdos, ensoñaciones y momentos robados, como los que Vashti describe en ‘Mother’, mi canción favorita del disco por el momento, en la que cuenta una historia simple y llena de significados. Se trata de una niña que espía a su madre y, gracias a que esta no es consciente, puede ver como ella baila y canta y, cuando cree que esta sola, muestra una parte de si de la que nadie más nunca supo nada.

Un secreto compartido, relevante para quien lo percibió y ahora lo cuenta con ternura, pero que, obviamente no va a cambiar el mundo. O tal vez sí. Tal vez sí lo haya hecho, al menos en la dimensión de los recuerdos de aquel ‘voyeur’ involuntario que disfrutó de los acontecimientos narrados y los ha guardado como un tesoro a lo largo del tiempo. Pero que también quiere compartirlos para que no desaparezcan con él.

Hay unas cuantas maravillas más en este ‘Heartleap’, del que se dice, esperemos que no sea cierto, que será el último trabajo discográfico de Vashti Bunyan. Una especie de ‘suite’ unitaria, en la que cada canción toma el relevo de la anterior en una continuidad fluida y apacible marca de la casa que, lo mismo que pasaba en su grandísimo primer disco de 1970, no parece tener ni principio ni fin.

Pero una vez más termino con un aviso para navegantes, este delicado manjar sonoro, tal vez no sea para todos los paladares, porque al contrario de lo que le sucedía a Conan el Bárbaro, está pensado para aquellos cuyo apetito se complace con lo exquisito. Y no casa bien con quienes disfrutan con la voracidad y la contundencia sonora. Así que ya saben, ahora les toca decidir a ustedes.

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