Señora propuesta como administradora única de Radio Televisión Española, pendiente aún de las votaciones del Pleno del Congreso, reciba nuestros mejores augurios para ese encargo endiablado al frente del monstruo, sin plazo para programar, sin presupuestos para enmendar, sin equipos a los que comprometer por la fugacidad del nombramiento.
Empiece por preguntarse ¿qué he hecho yo para merecer esto? y, con la carrera cumplida, proceda como si nada tuviera que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad. Tal vez así estos pudieran ser los cuatro meses que estremecieron a España.
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