También me gritaron “¡cubano, carne rusa!”

Cuba

También me gritaron “¡cubano, carne rusa!”

Esto de los mercenarios cubanos contratados por Rusia ha dado pie a un gran debate de múltiples matices en las redes.

Crucero soviètico Almirante Najìmov

Crucero soviètico Almirante Najìmov

Si Andux, mi compañero de armas en Etiopía, vive aún allá por Cárdenas, Matanzas, habrá de recordar aquella mañana a finales de abril de 1979, en Port Said, Egipto, fondeados encima del Almirante Najímov, apodado el “Titanic soviético”. A la espera para entrar al Mar Mediterráneo en camino a casa luego de cruzar el Canal de Suez, desde una lancha rápida que se aproximó varias veces por proa, nos gritaron a toda voz: “¡cubanos, carne rusa!”.

Andux, que no andaba muy bien en sus cabales por alteraciones en campaña, lo interpretó al revés, que solicitaban comida enlatada. Tuve que explicarle lo que ello significaba para que entonces comenzara a vociferarles hijos de puta a los lancheros hasta que colapsaron sus cuerdas vocales. Era negro y se puso de cuello rojo de tanto gritar, con las venas que parecían estallar en cualquier momento.

Esto de los mercenarios cubanos contratados por Rusia ha dado pie a un gran debate de múltiples matices en las redes mientras duren las investigaciones y podamos conocer el final de la historia de punta a rabo, sin nebulosas y medias tintas. También, en ocasión, a ciertas remembranzas adicionales muy personales.

De excelente fuente, de un entonces general del ejército, conocí que Agostino Neto, presidente de Angola, le había propuesto a Fidel Castro indemnizar a los familiares de los cubanos muertos (2.016), mutilados o heridos en la guerra. Fidel se negó rotundamente, aclarándole que no habíamos ido allí por dinero.

También al caso, como saltando de una en otra, pero con eso de “mercenario” dando vueltas en la cabeza, aquella honrosa y triste misión de construir un cementerio en Harar, Etiopía, donde tendrían temporal descanso nuestros poco menos de 40 muertos. Entre ellos, un asesor soviético, con su bandera roja con la hoz y el martillo en dorado porque la de hoy es diferente. Otros los tiempos. De camarada a señor es más que suficiente. La Rusia actual permite ejércitos privados.

Es que se lo comentaba públicamente a un conocido opositor con el que tengo diferencias políticas, pero con el que se puede dialogar, discutir y polemizar, que este asunto tiene mucha tela por donde cortar, que estaba a la caza del amolador, que no ha perdido su centenaria y llamativa melodía, para un esmerado afilado en las tijeras.

La conversación terminó con “usted no pierde su reconocido sentido del humor”.

Debí responderle que no veo risas por ninguna parte. Ni en la equivocación de Andux.

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