Pero su apellido no era Corleone porque hasta hoy, los huracanes solo reciben nombres. Algunos, tan destructivos, que los encargados de bautizarlos han omitido de por vida volver a emplearlos. No hay pueblo sobre esta tierra que no tenga una desgracia encima de ellos.
En Cuba, los huracanes; en otros sitios, terremotos, nevadas, volcanes, tsunamis… Michael descargó una buena cantidad de agua en la occidental provincia de Pinar del Río y dejó afectadas unas 1,200 viviendas. Hasta hoy día, más de la mitad de los consumidores permanecen sin energía eléctrica. Tal fue la magnitud de las aguas, que el río Cuyaguateje elevó su nivel hasta los ocho metros.
Todos allí han puesto el grito en el cielo. De momento, falta el de los tabacaleros, que no han reportado finalmente la cuantía del diluvio sobre las plantaciones. Razón de sobra tienen los cubanos cuando en el habla popular agregan que “no salimos de una para entrar en la otra.”
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Se llamaba Michael
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