¡Qué veranito en Cuba!

Desde el Malecón

¡Qué veranito en Cuba!

¿Habrá fallecido ya aquel genio publicitario que inventó lo de “Cuba un eterno verano”?

La cotorra Irina y el perro Max

La cotorra Irina y el perro Max

De que muchos vamos directos a psiquiatría no lo debe dudar nadie. La cotorra Irina repitiendo disparates que intercala con risas cuando escucha de ciertas inconformidades en su entorno; el perro Max no para de beber agua ahora también desde el servicio sanitario y con una persistente picazón en el trasero (mi abuelo diría otro lugar) que nos apena cuando hay visitas al tiempo que el veterinario pide nada menos que el equivalente a 20 euros o dólares por par de pastillas, que hacen retirar la vergüenza cuando al animalito le entra la picazón.

Para colmos, cada mortal que cruza esa puerta, viene con la misma seguidilla del disgusto de turno y echando pestes lo mismo de los precios que de esas vomitivas explosiones solares que la NASA acaba de anunciar y que uno recibe como lengüetas de fuego en el mejor de los escondites ¿Será por ello lo del escozor del can?

Es que tenemos de todo en este pandemonio. Igual que cuando de pequeños nos obligaban a la desagradable cucharada de la leche magnesia o a otra peor, la del aceite de hígado de bacalao, y sentarse, como de penitencia, a despedir la noche con un culebrón turco de incomprensible aceptación femenina.

Esto, si no nos sorprende un corte de electricidad y que suba el vecino, linterna en mano, con nuevas malas de última hora. Las buenas no abundan. Son excepcionales.

¿Habrá fallecido ya aquel genio publicitario que inventó lo de “Cuba un eterno verano”?

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