Esto no es ciencia ficción. Esto es lo que ocurre cuando fallan las infraestructuras hidráulicas: esas instalaciones invisibles que funcionan las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para proporcionarnos agua potable en nuestras casas. Y, como vemos a diario, este escenario es cada vez más probable debido a las amenazas a la seguridad de las instalaciones hidráulicas.
La red hidráulica española afronta riesgos crecientes en un escenario global inestable
En el siglo XXI, el agua ya no es solo un recurso vital, es un activo estratégico. Cada gota que fluye por una tubería, cada depósito que almacena miles de metros cúbicos y cada planta de tratamiento que garantiza el acceso al agua potable a millones de personas forma parte de un marco esencial que sustenta la estabilidad social, económica y ambiental de un país. En España las infraestructuras hidráulicas —presas, plantas potabilizadoras, plantas depuradoras de aguas residuales, desaladoras, redes de distribución y saneamiento, etc.— constituyen la base del futuro de 49 millones de personas. Sin embargo, este futuro podría ser vulnerable. Las amenazas, tanto físicas como digitales, se multiplican y podrían comprometer no solo el suministro de agua, sino también la cohesión y la seguridad del Estado.
La historia reciente ofrece ejemplos contundentes. En 2022, durante la guerra en Ucrania, la destrucción, el 6 de junio de 2023, de la presa de Nova Kakhovka, en el río Dniéper, al sur del país, liberó millones de metros cúbicos de agua, inundando aldeas enteras y privando de agua a miles de hectáreas de tierras de cultivo. En Siria e Irak, durante la expansión del autoproclamado Estado Islámico, las presas de Tabqa y Mosul fueron objeto de conflictos armados. Más cerca del mundo digital, en 2013, un grupo de hackers iraníes logró acceder a los sistemas de control de la presa Bowman en Rye, ubicada a 32 kilómetros de Nueva York y utilizada para el control de inundaciones, demostrando que incluso sin un solo disparo, una infraestructura crítica hidráulica, puede verse comprometida a miles de kilómetros de distancia. Otro ejemplo: Arkansas City, una pequeña ciudad de Kansas (Estados Unidos), fue víctima de un ciberataque dirigido a su planta de tratamiento de aguas residuales. El ataque, detectado el domingo 22 de septiembre de 2024, obligó a la activación del modo de operación manual para garantizar el suministro de agua, que, gracias a estas medidas, se mantuvo ininterrumpido.
Un corte en el suministro podría paralizar servicios esenciales y dañar la cohesión social.
Estos ejemplos revelan una realidad inquietante: el agua puede usarse como arma o como objetivo. En contextos de tensiones políticas, terrorismo o conflictos regionales, el impacto de un sabotaje a una planta desalinizadora o un ciberataque a los sistemas de control de una presa puede ser devastador. Estas incluyen no sólo pérdidas económicas sino también consecuencias sociales de amplio alcance: interrupciones del suministro, desplazamiento de población, conflictos locales y pérdida de confianza en las instituciones.
La infraestructura hidráulica de un país se considera crítica. ¿Y qué es una infraestructura crítica? Se refiere a los sistemas, instalaciones y redes esenciales para el funcionamiento de una sociedad, cuyo fallo o interrupción tendría un impacto significativo en la salud, la seguridad o el bienestar económico de los ciudadanos, o en el correcto funcionamiento de las instituciones y administraciones públicas. Y, como pueden ver, su protección es esencial para el bienestar.
Se consideran, por tanto, infraestructuras críticas, vinculadas al sector estratégico del agua:
- La captación, el tratamiento y la distribución de agua potable
- El tratamiento y la eliminación de aguas residuales
- La gestión de los recursos hídricos (embalses, trasvases)
- Sistemas de riego para la seguridad alimentaria
- Infraestructuras de desalinización
- Sistemas de control y gestión del agua
Estas infraestructuras hidráulicas cumplen todos los criterios de criticidad establecidos: el criterio de escala, lo que significa que afectan a millones de personas y a extensas zonas del país (incluidos los impactos transfronterizos), y el criterio de gravedad, lo que significa que su interrupción causaría miles de víctimas, generaría millones de dólares en pérdidas económicas, afectaría gravemente la salud pública y pondría en peligro la seguridad nacional. España cuenta con una extensa red hidráulica: hay más de 2400 presas en explotación, 1300 plantas de tratamiento de agua potable, 2000 plantas de tratamiento de aguas residuales, desaladoras, etc.
Expertos piden integrar defensa, gestión del agua y tecnología en una misma estrategia.
Sin embargo, esta red presenta vulnerabilidades tanto estructurales, como técnicas y estratégicas. Por lo tanto, es esencial que las fuerzas armadas y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado integren la protección del sistema hídrico nacional en sus planes territoriales y de defensa civil. Esto implica, llegado el caso, no solo llegar a proteger físicamente las instalaciones, sino también garantizar su resiliencia operativa mediante inteligencia, vigilancia, redundancia del sistema y coordinación con las autoridades civiles.
Existen países en los que las fuerzas armadas están habilitadas para contribuir a la protección de la infraestructura hidráulica:
– Supervisan instalaciones críticas para prevenir sabotajes;
– Responden con rapidez en emergencias mediante equipos móviles de purificación;
– Protegen contra ciberataques con sus expertos en ciberseguridad;
– Coordinan las respuestas en caso de desastre natural.
La protección de presas, plantas de tratamiento de agua, etc. requiere una combinación de vigilancia física, control territorial y ciberseguridad. En este sentido, se pueden distinguir tres niveles de acción:
- Protección física: Incluye la monitorización permanente de los puntos de acceso, la instalación de sensores, cámaras y perímetros de seguridad, así como la presencia de unidades militares o policiales en instalaciones clave. Las grandes presas y plantas de tratamiento de agua deberían considerarse «zonas de interés militar» en caso de crisis.
- Ciberprotección: La digitalización del sector hídrico está aumentado su eficiencia, pero también ha abierto la puerta a nuevas vulnerabilidades. Un ciberataque puede alterar los niveles de cloración, las dosificaciones de los productos químicos de tratamiento del agua, manipular válvulas o interrumpir el bombeo del líquido elemento.
- Protección estratégica e inteligencia: Esto implica identificar posibles amenazas, tanto internas como externas. Las fuerzas armadas y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado deben contar con mapas de riesgos actualizados y protocolos de respuesta inmediata para cada tipo de instalación. Esta labor debe ir acompañada de una cultura de seguridad en todo el sector. Los ingenieros, técnicos y gestores del sector hídrico deben recibir formación básica en protección de infraestructuras críticas, procedimientos de emergencia y comunicación con las fuerzas de seguridad. La protección del agua no puede depender únicamente del personal uniformado; es una responsabilidad compartida entre civiles y militares.
En consecuencia, el concepto de seguridad nacional debe ampliarse: ya no basta con proteger las fronteras; es necesario proteger los flujos de agua invisibles que sustentan la economía y la sociedad.
En este contexto, es deseable que los países consoliden un Plan Nacional de Eficiencia Hídrica que incorpore principios críticos de seguridad de las infraestructuras. Este plan debería combinar objetivos técnicos, institucionales y estratégicos en torno a cuatro ejes fundamentales:
- Modernización de la Infraestructura
Renovar presas, embalses, plantas de tratamiento de agua potable y aguas residuales y redes de abastecimiento y saneamiento, respetando criterios de seguridad estructural y energética, así como la implantación, actualización y mantenimiento de los planes de emergencia de cada instalación.
- Gestión Integrada y Digitalización
Implementar plataformas digitales de monitorización y control que proporcionen una visión unificada del sistema hídrico nacional. La modernización tecnológica del sector hídrico es un proceso irreversible y necesario. La digitalización no solo mejora la eficiencia de la gestión del agua, sino que también fortalece la capacidad de respuesta ante incidentes.
Sin embargo, la digitalización trae consigo nuevas vulnerabilidades. Los sistemas SCADA, los sensores conectados y las redes de comunicación pueden ser blanco de ciberataques. Por lo tanto, la ciberseguridad debe ser un componente estructural de la gestión del agua, no un complemento
- Protección y Resiliencia
Desarrollar planes de protección específicos para cada infraestructura crítica, incluyendo ejercicios conjuntos entre los diferentes ministerios implicados. La resiliencia implica la capacidad de resistir, adaptarse y recuperarse ante cualquier disrupción.
- Capacitación y Cultura de Seguridad
Implementar programas de capacitación en gestión de crisis, ciberseguridad y protección física de instalaciones. Estos programas deben formar parte de una estrategia nacional de agua y seguridad que reconozca la interdependencia entre defensa, desarrollo y sostenibilidad.
En un mundo donde las tensiones relacionadas con el agua pueden derivar en conflictos, un país que protege y gestiona eficazmente su recurso más vital se convierte en un modelo de estabilidad. El siglo XXI es el siglo del agua. No porque sea deficiente en términos absolutos, sino porque su gestión, distribución y protección determinarán la prosperidad o el declive de las naciones. La protección del agua no es simplemente una cuestión ambiental o técnica; es, sobre todo, una cuestión de soberanía y de futuro. La gestión sostenible de las infraestructuras hidráulicas críticas representa un imperativo estratégico para cualquier nación que aspire a garantizar su soberanía y seguridad alimentaria. La complejidad de estos sistemas requiere un enfoque integral que combine excelencia técnica, mayor seguridad y una visión a largo plazo.
El futuro de cada país dependerá de su capacidad para integrar la eficiencia hídrica, la seguridad y la resiliencia en una estrategia nacional coherente. El agua es, más que nunca, un asunto de Estado.
* Fernando Novo Lens. Experto en gestión de recursos hídricos.









