Grecia: Una oveja negra entre los países PIGS, ¿o no?

Opinión

Grecia: Una oveja negra entre los países PIGS, ¿o no?

El 2010 será recordado en la Historia griega como el año en el que la crisis económica golpeó finalmente a Grecia, poniendo en evidencia el fracaso de la política económica llevada a cabo durante las tres últimas décadas. Durante todo este tiempo el país se ha dedicado, casi de forma única, a construir su futuro pidiendo prestado fondos. No obstante, en algún punto intermedio entre los multitudinarios préstamos, las subvenciones procedentes de la UE, el sobrecrecimiento del Estado en sí y la falsa impresión de prosperidad, la corrupción, la evasión de impuestos y la ineficiencia del mecanismo estatal surgieron.

Todos los gobiernos desde 1975 han fallado a la hora de dibujar e implantar un plan para incentivar un crecimiento sostenible. Hoy, los síntomas de la economía griega son la falta de competitividad, el crecimiento negativo, un déficit fiscal muy alto (15,4% del PIB en 2009), un desempleo igualmente alto (se espera que alcance el 20% en 2011) además de una estructura estatal abandonada, ineficiente y muy cara. A modo de cura para este escenario se ha decidido ‘inyectar’ al paciente 110.000 millones de euros como parte de un plan de rescate impulsado por la Comisión Europea, el FMI y el BCE. En retorno, esta ayuda impone una consolidación fiscal muy estricta, reformas estructurales muy necesarias y una austeridad que actualmente estrangula a las clases media y baja.

En general, los países periféricos de la eurozona pueden detectar, si se miran al espejo, algunos de los síntomas descritos –sino todos-. Son signos de la crisis financiera global que se vive en estos tiempos, dicen algunos. Sin embargo lo que se puede ver es una deuda pública enorme que obstruye cualquier manera de dejar atrás esa crisis. La austeridad se está convirtiendo en algo habitual en la mayoría de las sociedades europeas, pero las consecuencias son muy diferentes en los países ricos de la Unión Europea; aquellos que cuentan con industria manufacturera, capacidades industriales y de exportación para generar productividad y poder reducir así la deuda pública sin tener que recurrir a pedir prestado a cambio de intereses.

El problema no es sólo Grecia. Grecia no es la ‘oveja negra’ de la UE. Ni tampoco los países periféricos son los únicos responsables del estado en el que se encuentra la eurozona. El problema es paneuropeo y la solución también debe ser paneuropea.

La eurozona tiene, por fuerza, vínculos fuertes y débiles, una faceta que los alemanes nunca pierden la oportunidad de mencionar cada vez que llevan a cabo una declaración de intenciones. Existe una gran necesidad regional de asentar la deuda pública de la eurozona y no una aproximación tozuda y obsoleta a la consolidación fiscal por debajo del 3% del PIB. De lo contrario, todo lo que se ha construido durante la última década en la eurozona se dirige directamente hacia el colapso. De ahí que la situación se haya convertido en un asunto político en lugar de económico.

Lo que debería preocupar a los gobiernos europeos es la posición alemana y la salvación del euro. Todos sabemos que en materia económica los poderosos siempre tienen la razón, aunque en realidad no la tengan. En cualquier caso, la postura de Alemania de penalizar a los países que no puedan mantener el ritmo de la eurozona o la proposición de establecer un control sobre los países con riesgo de quiebra está encontrando una resistencia mayoritaria, como se esperaba. Entonces surge una pregunta: ¿Puede que Alemania, en vez de tratar de forzar a los países periféricos fuera de la eurozona se esté moviendo ella misma hacia la puerta de salida? Posiblemente el daño para el país será menor si abandona la moneda única que si se queda con ella. Pero una cosa es cierta: el año 2011 nos ofrecerá una perspectiva más clara a la hora de afrontar el futuro.

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