La Caja de Pandora

Caso Blesa

La Caja de Pandora

Rafael Martínez-Simancas, periodista

«El aznarato cayó pero su pequeña aldea gala de resistencia dotada con dos sedes: Madrid y Valencia, tiene las horas contadas» Bajo la apariencia de una caja de ahorros se escondía la madre de todas las batallas, una suerte de “Dinastía” a lo castizo. Lo que no sé es cómo hemos podido vivir al margen de los correos que se intercambiaba Blesa con “amigos”, (es un decir), y empleados. En esos correos está la clave del final del aznarato cuando se confundió fidelidad a la causa política con rentabilidad económica a corto plazo. No le falta razón al juez Elpidio Silva al afirmar que aquello era una cueva de delincuentes perfectamente organizados para dedicarse al mal que siempre fue más rentable que el bien. En la caja de Blesa se podría aplicar aquello que decía Groucho: “disculpe que les llame caballeros pero es que todavía no les conozco”; ahora que los conocemos les viene grande el título.

Puede que un juez tumbe los correos y diga que no son prueba suficiente pero con lo leído basta para acabar con la reputación de algunas personas. El aznarato cayó pero su pequeña aldea gala de resistencia dotada con dos sedes: Madrid y Valencia, tiene las horas contadas. Rajoy puede empezar a cobrarse pequeñas venganzas sobre los que fueron sus díscolos en el congreso de Valencia. Los correos se han esparcido por encima de las mesas de las redacciones como si fueran los males de la caja de Pandora que en versión castiza se queda en la caja de la pandereta. Hasta el taimado Gallardón que siempre ha querido pasar por el protagonista del anuncio de Ambipur tiene muchas cosas que contar con respecto a su relación con Blesa. Aquí hay una película de terror montada de mucho cuidado y cualquiera que se asome a la pantalla se puede llevar un susto.

Cabe pensar que esa gestión personalista de Blesa se hubiera extendido a otras empresas e instituciones de Madrid y terminemos viendo sapos y culebras hasta debajo de la cama de Espinete. Blesa no era el único aficionado a la caza, escopetas cargadas se las puede encontrar uno en muchos sitios, Arturo Fernández también es un gran aficionado a la caza mayor, tanto como a las concesiones de cafeterías de lugares emblemáticos. Menuda suerte ha tenido siempre: concurso al que se presentaba, concurso que terminaba ganando, eso es ser un emprendedor liberal y lo demás leches.

Blesa es el final de una época, el amigo de Aznar puede arrastrar en su caída a afines y enemigos empezando por el ático hasta llegar a los delegados sindicales que le presionaban para cobrar dieta o no iban a votar, como cuenta el juez Silva. Por cierto que el magistrado piensa escribir un libro con todo lo que ha visto, será inútil porque en este caso la realidad supera a la ficción por muchas metáforas y fuegos artificiales que le pongan.

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