BIENESTAR Y FELICIDAD

Opinión

BIENESTAR Y FELICIDAD

Algunas cabezas pensantes, temerosas quizás de quedarse sin trabajo con la crisis, se han puesto a discutir sobre bienestar, satisfacción y felicidad. ¡Nada menos! La primera conclusión a que parece están llegando es que el PIB (producto interior bruto) del país de cada cual no es un índice revelador de nuestro estado anímico; es más, tal parece que no es un índice revelador de casi nada porque en nuestro entorno hay muchas cuestiones y circunstancias que nos afectan a las que se ve manera de cuantificar. Por ejemplo, el clima, que tiene su interés en la suma de elementos que influyen en nuestro confort cotidiano, no acostumbran los estadísticos a evaluarlo como se merece. En definitiva, tal parece que nuestra existencia no puede ser expresada en números más de allá de ese dato insoslayable e inevitable que es la edad. Tampoco se puede generalizar, además, el montante macroeconómico en el que estamos integrados: en los países ricos, con PIB elevado, siempre hay pobres que las pasan canutas para llegar a fin de mes e incluso para cenar todos los días. Ocurre lo mismo que con las expectativas de vida que la ciencia no para de incrementar. Vivimos más, sí, pero entre tantos octogenarios y hasta centenarios como pasean por ahí exhibiendo eterna juventud, nunca faltan veinte y treinta añeros rebosantes de dolencias y achaques que a la mínima la palman sin emanciparse. Y es que nada hay más ajeno a la igualdad que el propio derecho a existir que la salud administra. Lo compartimos sobre el papel pero nos lo niega la realidad que determinan unos microbios invisibles proclives a discriminarnos a la hora de buscar alojamiento. Sin embargo, hay algo que también tenemos presente las 24 horas: La riqueza, se sabe desde antiguo, no proporciona la felicidad, pero, eso sí, ayuda a alcanzarla y a disfrutarla. Por eso cada vez son más las personas que a pesar de todo, ambicionan conseguirla.

Más información