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Los chiquillos

«Esos majaretas que pasan las tardes mirando por un visillo se han sorprendido esta mañana porque el hijo de Ortega Cano ha sido detenido en un puticlub» Los hijos de famoso están desatados como si hubieran sido abducidos por un virus que les impide dejar de hacer el “tolai”. Detrás de ellos también van abducidos una cohorte de majaretas que salen en la tele contando por qué la hija de Isabel Pantoja tiene un novio que le ha hecho un bombo que ya quisiera Loterías para el anuncio de Navidad. Esos majaretas que pasan las tardes mirando por un visillo se han sorprendido esta mañana porque el hijo de Ortega Cano ha sido detenido en un puticlub de Castillejas de la Cuesta, (la sorpresa es que lo hubieran detenido en el Museo del Prado, o en la Biblioteca Nacional).

El niño de Ortega le ha salido un poco rebelde, chuleta, matoncillo y putero, pero eso se arregla con dos fotos vestido de nazareno en la semana santa de Sevilla y punto pelota. Y si hace falta se contrata al abogado del Prestige porque si nadie hubo responsable de aquel vómito negro en las costas gallegas tampoco va a caerle el marrón al pobre chiquillo por dar unos golpes en una casa de lenocinio.

Bastante tiene Pantoja con esperar a que le comuniquen la sentencia definitiva de aquello que pasó en Marbella y que podría llevarle a prisión. Y bastante tiene Ortega Cano con pasar sus días como inocente autor de un accidente de tráfico que se llevó la vida por delante de otro señor más inocente aún pero que tuvo la mala suerte de circular en sentido contrario. Pantoja y Ortega Cano se pueden acoger a la jurisprudencia del Prestige y decir que una borrachera o un novio alcalde, como lo era Julián Muñoz, son chapapotes que uno se encuentra en la vida y que tampoco hay que hacerles mayor caso.

El mundo está lleno de farruquitos y manchas oscuras de petróleo, lo importante es mirar en el fondo de los ojos de esos chiquillos y ver que ahí anida una persona llena de entusiasmo por la Justicia y de ganas de trabajar por la humanidad. En otro caso tendríamos que pensar que cada vez mutamos más hacia el concepto cucaracha humana, es posible, estos chiquillos lo llenan todo de estiércol acumulado y manchan por dónde pasan con sus patitas cortas. Las nuevas cucarachas salen de las casas de papá y de mamá rodeados de cámaras de televisión que les siguen por sus vidas huecas: unos van a la cama, otros al puticlub. Cada uno a sus quehaceres porque la exclusiva es para quién se la trabaja. No olviden sintonizar los canales habituales de lobotomía en los que les hablarán del embarazo de la hija de la Pantoja, del niñato putero, de las cucarachas urbanas, y del golferío que pasta a sus anchas y que cada día tiene mejor color.

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Los chiquillos

Rafael Martínez-Simancas

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