La crisis y los intelectuales

Detrás de la cortina

La crisis y los intelectuales

Rafael Alba, periodista

Los discursos pronunciados por Antonio Muñoz Molina y Saskia Sassen en la gala de los Premios Príncipe de Asturias han revivido el dormido fantasma del compromiso social entre los intelectuales. Los discursos pronunciados por Antonio Muñoz Molina y Saskia Sassen en la gala de los Premios Príncipe de Asturias han revivido el dormido fantasma del compromiso social entre los intelectuales.

No se lleva meterse en política. Excepto si se trata de situarse en el lugar correcto para atrapar la correspondiente subvención. Incluso en estos momentos en que la alfalfa cultural es un bien escasísimo, los llamados intelectuales, esos que trabajan en los denostados sectores de la política y la ciencia, de hacer algo, hacen pasillos de partido, desde la independencia que se les supone y que se termina cuando adquieren el carnet de la formación correspondiente al acceder a algún alto cargo.

Por lo mismo, suelen usar su capacidad de análisis y su verbo preclaro para justificar las decisiones del grupo en el que ejercen de esa extraña mezcla entre florero ilustrado y parásito inevitable que suele esperarse de ellos y ellas. También, si la situación lo requiere, trabajan duramente entre los miembros de su tribu para distribuir las ruedas de molino de la comunión correspondiente y evitar posibles revueltas. Porque, a pesar del profundo desprecio que los habitantes de las cúpulas del poder suelen sentir por ellos no está bien visto meterse con los cómicos, que suelen ser populares, ni con los científicos que gozan de una cierta bula para todo gracias a la sabiduría que se les supone.

Tampoco ellos, unos y otros, están desde hace siglos por revivir la vieja frase de Gabriel Celaya aquella en la que el poeta explicaba a sus colegas que ‘hay que tomar partido hasta mancharse’. Con curiosas excepciones, a veces más folklóricas que otra cosa, lo normal es que se borren de cualquier debate con impacto social y que vivan más o menos al margen de cualquier situación complicada que pueda.

O así ha sido desde hace muchos años y así está siendo desde que comenzó una crisis que apenas si se refleja en las obras de ficción, las canciones, los poemas o los cuadros que se producen en estos años.

Por eso, la actitud de algunos de los últimos notables galardonados con los Premios Príncipe de Asturias ha pillado fuera de juego a casi todo el mundo. Más aún, hasta hay quién cree, y así lo ha dicho, que en estos actos protocolarios debe aparcarse cualquier signo de protesta, crítica o descontento porque lo suyo es respetar en estos casos las reglas de la cortesía institucional.

Sin embargo, puede que muchos ciudadanos que hayan tenido la oportunidad de oír las palabras criticas con la situación y con las políticas que se aplican para resolverla que pronunciaron Antonio Muñoz Molina y la socióloga Saskia Sassen al recibir sus respectivos premios se hayan reconciliado con esa supuesta casta de hombres y mujeres ‘inteligentes’ al demostrar que aún hay intelectuales que se preocupan por lo que sucede en la sociedad en la que viven.

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