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El comando langostino

La jueza Alaya iba y venía con su maleta de ruedas en la que debe ir parte del sumario. Ahora le han puesto escolta policial por culpa de sindicalistas liberados que acudieron a la puerta del juzgado a proferir amenazas. La jueza Alaya me recuerda a Carl Sagan cuando caminaba por el calendario cósmico en la serie “Cosmos”. Sagan nos enseñaba cuándo se había formado la tierra y cuántos meses y días tardó en aparecer el hombre en un laberinto complejo. A la jueza le ocurre igual: cada vez que se abre una nueva rama de la instrucción el calendario de ese gran robo institucional se complica. El calendario cósmico de Sagan se puede consultar en Internet, la instrucción de la jueza la seguimos cada día en los periódicos.

Hasta el momento la jueza iba y venía con su maleta de ruedas en la que debe ir parte del sumario. Ahora le han puesto escolta policial por culpa de la irrupción del “comando langostino”, (formado por sindicalistas liberados que acudieron a la puerta del juzgado a proferir amenazas). Una triste gracia porque ella iba y venía en taxi sin tener que dar mayores explicaciones.

Lo de la escolta se entiende pero también deberían haberle puesto un sherpa para que le lleve el troly que cada día debe pesar más y que amenaza con pasarle factura a sus vértebras. Un guardaespaldas no está mal pero estaría mejor un porteador que le librara del dolor de espalda.

El “comando langostino” no cejará en su empeño de insultar a la jueza porque les ha reventado una manera de vivir a base de poner el cazo, eran unos expertos en pelar gambitas de Huelva con una mano y en sostener la copita de manzanilla en la otra. Con semejante troupe va a tener que lidiar hasta que acabe con el sumario, y de paso termine con ese colectivo de jetas que facturaban noches de bohemia y flamenco como si fueran cursos de formación. Llevaban tantos lustros acostumbrados al pillaje que les han reventado el momio que tenían por eterno.

Cada cual con sus responsabilidad pero el “comando langostino” se había instalado en el gratis total como hacen los señoritos rancios cuando van a la Feria. Igual que ellos creyeron que todo se podía comprar y todo se podía comer, hasta que llegó Alaya y los cogió a unos con los carrillos llenos y a otros en el local de alterne agitando el hielo en el gin-tonic. Los cogió en plena decadencia de un imperio que tenían por indestructible, el olor a gambas de sus dedos les deja en muy mala posición, por eso gritan.

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El comando langostino

Rafael Martínez-Simancas

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