El Papa rojo

Opinión

El Papa rojo

Diego Carcedo, periodista

Menos mal que el Espíritu Santo está en todo. Frente a la proliferación de gobiernos reaccionarios por el orbe cristiano nos ha nombrado un Papa rojo. Bueno, lo de rojo quizás sea una exageración, todavía no lo sé, pero progre y confesadamente izquierdoso, por supuesto. La progresía está encantada con sus palabras, gestos y primeras decisiones, y la derechona nacional y foránea, que se las daba la mar de feliz con lo que había hasta ahora en Roma, empieza a torcer el gesto.

Ya escuché por ahí manifestaciones de descontento y eso que criticar o discrepar del Papa para los fieles de la vieja escuela, para los descendientes de la cruzada de Franco, es meterse en camisas de once varas. El Papa es infalible y si dice que ya está bien de que la Iglesia – tal vez le faltó precisar que particularmente la española – sólo considere pecado todo lo relacionado con el bajo vientre, debe de ser verdad y por lo tanto, debería cambiar el discurso.

Hay otros problemas sociales graves, como la pobreza, la injusticia que la genera, la corrupción que la estimula, el paro y demás desastres que las sociedades sufren actualmente, de los que los curas, obispos y cardenales deben preocuparse más activamente, sin regatear críticas para los culpables, políticos o económicos. Ahora falta escuchar la opinión de los que tienen que ejecutar sus instrucciones, aquí en España empezando por monseñor Rouco Varela, desaparecido últimamente, cuya opinión se aguarda con ansias.

Francisco apenas lleva seis meses en la silla de San Pedro y ya ha puesto muchas cosas del Vaticano patas arriba. La opinión pública mundial, tan desligada en los últimos tiempos de las cosas de la Iglesia, vuelve a estar pendiente de las palabras del Papa. Una parte para respirar satisfecha, viendo que no todo son cánticos de gloria para el final de la sociedad del bienestar decretada por los grandes intereses económicos, y otros para tragar bilis preguntándose a dónde vamos a llegar.

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