Los episodios que protagoniza el PP, me acaba de comentar mi jefe, son cada vez más insólitos. Eso de entregarle al Juez Ruz los ordenadores de Bárcenas sin discos duros, desde luego, se lleva la palma.
Me señala este buen hombre que la ‘no-entrega’ de estos datos supone una victoria para aquellos que apostaban porque esa información nunca llegará al despacho de Ruz. “Hay que darles la enhorabuena”, ironizaba, porque han tenido la razón.
Aunque claro, esto a quien más salpica todo es al propio Partido Popular, ‘suma y sigue’, como aquel que dice. Para mi jefe el asunto está claro o son unos bobos o simplemente no tienen vergüenza, cosas ambas no excluyentes, en mi humilde opinión.
Mi jefe no parece muy contento con todo esto (ha resoplado en más de una ocasión, lo que no pueden ser buenas noticias, háganme caso) y ha manifestado que los dirigentes del PP podrán ponerse como quieran, pero que este tema aún tiene para rato.
Lo mismo que las especulaciones sobre los altos cargos del PP, “no se va a dejar de hablar de ellos, del microclima que se ha formado en las plantas nobles de la calle Génova y que supone un espectáculo que pone en peligro la partidocracia y el sistema democrático en sí”. Por no hablar del sentido común, porque ¿qué hay hacer si sospechas que el tesorero de tu partido es un delincuente? Pues lo mejor, sin duda, es destruir los discos duros de los ordenadores que ha usado, premiarle con un cuantioso finiquito, ponerle chófer y hasta secretaria.
Lo más normal del mundo, que diría Francisco Marhuenda.
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