Oposiciones para músicos callejeros

Opinión

Oposiciones para músicos callejeros

Diego Carcedo, periodista

Esta alcaldesa que tenemos en Madrid, Ana Botella de nombre, y que, nunca me cansaré de decir que no nos merecemos los vecinos de la capital, está en todo. Su despacho en la plaza de La Cibeles debe de ser como la torre de la iglesia del pueblo desde donde las águilas otean lo que se mueve en la plaza para luego lanzarse en picado a la captura de una pieza. Ahora, adecuadamente asesorada, va a actuar contundentemente para que nuestros castos oídos no se vean atacados más por malas vibraciones musicales. Nada de acordeones que desafinan o saxos atronantes.

Otros ruidos no parece que la preocupen, como los jolgorios que se montan las turbas deportivas cuando el Barça les cede algún título, pero por las malas melodías con que algunos humildes músicos callejeros mal se ganan la vida, la señora Botella no va a pasar este otoño. Para evitarlo, pues muy sencillo: el Ayuntamiento que preside ya ha preparado el papelamen necesario y en breve convocará unas oposiciones, o si se prefiere exámenes de calidad musical, para que quienes quieran ponerse en una esquina de Sol o en un rincón del Metro a tocar algún instrumento en espera de que algún peatón arroje unas monedas, puedan hacerlo legalmente certificado de calidad en ristre.

Porque los que superen la prueba no se convertirán en profesores de la Orquesta Nacional, pero serán recompensados con una autorización para poder tocar en la calle a lo largo de un año. Nada más. Luego que pase el año, ya se verá. Quizás tengan que volver a opositar, sobre todo si para ello tienen que abonar una tasa, que para percibirlas, aumentarlas y perpetuarlas el Ayuntamiento que tenemos es merecedor de un puesto en el Guinnes de los récord. Los que no superen la prueba, pues ya se lo pueden ir imaginando: tendrán que vivir arriesgándose a que les arresten los guardias, o cambiar de oficio o… mendigar suponiendo que entre tanto a la alcaldesa y la Corporacón con su mayoría “popular” no se le ocurra — y no quiero darles ideas, Dios me libre — convocar también oposiciones para mendigos.

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