«Se lo merecían»

Opinión

«Se lo merecían»

Hace muchos años, de todo empieza a hacer muchos años, cuando Franco mostraba claros indicios de senilidad en medio de los esfuerzos de su entorno por ocultarlos, se contaba que en una tertulia de café en una ciudad gallega donde se estaba pasando revista a la actualidad, por supuesto con la cautela verbal que el tiempo exigía, alguien cometió la imprudencia de aventurar un futuro muy preocupante para España sin el Caudillo en el timón de la política del estacazo y tente tieso.

— Es que, aunque nos cueste reconocerlo, Franco algún día tendrá que morirse… — aventuró sin aportar mayores pruebas para su previsión uno de los contertulios.

— ¡O no, “carallu”! – respondió airado otro tertuliano, atizando un puñetazo en la mesa que hizo derramarse el café de las tazas.

El correr de las décadas está demostrando que a este creyente en la inmortalidad de los dictadores no le faltaba algo de razón. Franco murió físicamente en noviembre de 1975, pero en espíritu sigue vivo y atemorizando a través de muchos de sus métodos y devotos. Todos los días nos llegan noticias de franquistas impermeables a la democracia y a la libertad que defienden sus obras, por siniestras que hayan sido, y cuando pueden las repiten.

Manuel González Capán, alcalde de Baralla, localidad lucense de 2.800 habitantes, por ejemplo, opina la mar de convencido que los condenados y ejecutados a muerte bajo el régimen de Franco, se lo merecían. Y lo dijo a pecho descubierto ante el pleno de la Corporación, sin que pasase nada, sin que sus jefes en el Partido Popular le llamasen al orden aunque sólo fuese por estética del lenguaje, sin que semejante horror fuese más allá del escándalo de sus opositores en el Consistorio y el rubor de alguno de sus correligionarios.

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