La chorrada del verano

Opinión

La chorrada del verano

Diego Carcedo, periodista

El verano, con tantas cosas agradables como nos ofrece sin mayor costo adicional, también es tiempo de chorradas – necedades, tonterías, que diría la Real Academia – que se reproducen bajo el calor como los hongos en primavera. Suelen protagonizarlas los “gilis” de guardia, de uno y otro sexo — y también los de ambos, por supuesto –, pero a veces se amplían al ámbito de otras actividades y últimamente al de la gastronomía y el pijoterío de la cocina – con frecuencia intragable – llamada de autor.

En Benidorm, un genio de la chorrada estival elevada al rango de menú con aspiración de estrellas, está estrenando la pánica iniciativa – hay que joderse — de servir las sensacionales gambas rojas del lugar — tal y como si las gambas rojas del Mediterráneo necesitasen algún aditamento capaz de estropearlas –, con unos cascos para que los comensales que lo deseen puedan degustarlas escuchando al tiempo sonido enlatado de mar donde fueron pescadas. El tal genio de la chorrada, cocinero de inspiración tercermundista dicen, responde al nombre de… bueno, me lo ahorro, ¡qué coño!.

No vaya a ser que sin proponérmelo la mención le sirva de publicidad y les quite algún cliente ingenuo a colegas suyos normales, de los que se ganan la vida aguantando grados ante los fogones y ofreciéndonos platos dignos de ser ingeridos, sin aditamentos surrealistas ni apuestas acústicas de aurora boreal. Es una pena, desde luego, que la alta cocina española, con creciente fama internacional, se vea empañada a menudo por tonterías que quitan las ganas de comer aunque sólo sea por la risa que provocan.

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