Mariano Rajoy podría pasar a los anales de la Historia por varias cosas. Una de ellas, suponemos, es su capacidad para convertirse, cual Mortadelo en los tebeos, en avestruz. A tiempo parcial, claro. ¿Que vienen problemas? Pues escondo la cabeza y cuando pasen, la saco, miro en rededor y sigo a lo mío. Be water, my friend!
El ‘caso Bárcenas’, que el hombre trató de ignorar allá por el mes de febrero, cuando El País publicó unas fotocopias que salpicaban a medio partido, ha regresado con más virulencia que nunca a pocas semanas de las vacaciones. Esta vez de la mano de El Mundo, lo que viene a ser lo mismo que decir que viene de la mano de unos tipos que ya han puesto en un brete a más de un gobierno. Es más; ahora el propio Rajoy aparece por ahí en medio.
La noticia, claro, ha llegado a donde ha llegado. Bancos de inversión, economistas, analistas y demás fauna de la que dirige un poco por dónde tienen que ir los mercados están muy atentos a lo que se cuece. Muchos, incluso, parecen divertirse. No es para menos.
Mi jefe nos ha explicado que todo este pollo montado supone un voto en contra a la práctica de Rajoy, lo cual es bueno, pero que al mismo tiempo supone que, si a los grandes inversores y tal se les pone en donde se ponen algunas cosas, igual Mariano tiene que dejar de hacer oídos sordos y abandonar el despacho. Que seguramente no, vaya, pero que algunos -y no precisamente manifestantes- ya le están diciendo que sí. Y en ese caso, a ver qué pasa.
