La rebelión de los jueces

Opinión

La rebelión de los jueces

La prensa internacional se admira de la valentía de los jueces egipcios que se han puesto abiertamente en guerra contra la pretensión del presidente Morsi de empezar a ejercer el poder absoluto que ya detentaban sus antecesores y además ahora impregnado del fanatismo de los Hermanos Musulmanes. No es normal, desde luego, que los profesionales del tercero de los poderes se planten contra las decisiones de alguno de los otros dos y más cuando se trata de sistemas democráticos como el que están mal estrenando los egipcios en que se supone, o se da por hecho, que ambos gozan de legitimidad para gobernar y legislar.

Pero no hace falta viajar a Egipto y sentarse en la ribera del Nilo a ver qué está ocurriendo para observar movimientos de protesta e incluso de insumisión de los jueces y magistrados. Aquí mismo, en España, donde los jueces siempre han constituido un cuerpo disciplinado y paciente, además de especialmente obediente durante la Dictadura, de un tiempo a esta parte se han revelado inquietos y hasta protestones. Algunas leyes que se ven obligados a aplicar no les gustan, quizás porque no les parecen justas, y ya no se esconden para manifestarlo incluso en público. Está ocurriendo con las ejecuciones hipotecarias que degeneran en desahucios, muchos verdaderamente estremecedores por poca sensibilidad social que se tenga al enjuiciarlas.

Y ahora, con las nuevas tasas judiciales que acaba de improvisar Alberto Ruiz Gallardón, el ministro del ramo. Quizás permitan al Estado recaudar unos euros extra, en estos tiempos en que la hacienda pública rapiña impuestos sobre todo cuanto se mueve, y hasta es posible que acaben descongestionando las listas de espera de los juzgados, pero todo ello a cambio de que la Justicia, que en la práctica ya no es igual para todos, discrimine aún más entre los ricos que además de disponer de abogados caros podrán recurrir las condenas hasta el infinito y en cambio los pobres que aparte de contar sólo con defensores de oficio, a menudo inexpertos y siempre mal pagados, no dispondrán muchas veces de recursos para recurrir a instancias superiores donde quizás sus casos serían sentenciados de otro modo.

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