Incluso a la hora de recortar y de pedir la contribución de todos para que el Estado pague las deudas contraídas por unos pocos banqueros hay diferencias ideológicas entre unos gobiernos y otros. Y esas distancias pueden producirse hasta entre formaciones políticas conservadoras que, teóricamente, comparten una ideología común.
Los matices aparecen siempre aunque dos intérpretes de características similares se enfrenten a la misma partitura. Una bronca y dramática sinfonía en este caso compuesta a medias por Alemania y Bruselas. Y quizá por eso haya algunas inesperadas diferencias entre cómo aplica las recetas el nuevo primer ministro griego Andonís Samaras y como las pone en práctica el presidente del Gobierno español Mariano Rajoy.
En Grecia tras fuertes reducciones de déficit, movilizaciones violentas y con una economía incapaz de despegar, el Gobierno de Nueva Democracia, haya decidido recortar algunos privilegios de los que gozaba la Iglesia Ortodoxa a la que va a empezar a aportar menos dinero tras un cambio legislativo que se realizará en las próximas semanas.
Para empezar, el Estado sólo pagará el 50% de los sueldos de los sacerdotes en lugar del 100% aún vigente y será la propia Iglesia la encargada de completar los emolumentos de sus trabajadores. El ahorro no es mucho, 100 millones de euros, pero tiene un gran valor simbólico.
En España, las subidas de impuestos y los recortes del gasto público recién decretados afectan a todos los colectivos imaginables. Menos a uno. A esa Iglesia Católica para la crisis no parece haber cambiado nada. Al menos desde el punto de vista de la financiación que le otorga el Estado.
Al contrario, es probable, incluso, que gracias a los recortes que se le van a aplicar a la Educación y a la Sanidad pública, la Iglesia pueda aumentar su cuota de mercado en estos negocios por medio del dinero que en algunas comunidades autónomas como Madrid se entrega a las empresas privadas que explotan los servicios públicos.
