Últimamente a algunas estrellas de Hollywood, mayormente mujeres de buen ver, se les saltan los sujetadores en el escenario, en plena actuación, y entusiasman al personal, mayormente masculino, dejando al aire un pecho con su correspondiente pezón. Los fotógrafos, ignoro si alertados previamente, actúan con rapidez para inmortalizar el descuido y así ampliar el número de admiradores que pueden disfrutar del espectáculo desde las páginas de los periódicos. Es curioso, que un hecho tan irrelevante se siga convirtiendo en noticia y en argumento para aumentar el caché.
El otro día fue Madonna, quizás para demostrar que con un buen cirujano los años pueden pasar en balde, quien imitó a algunas de sus colegas de la farándula. Lo hizo en Estambul, donde digan lo que digan algunos, las leyes y costumbres islámicas son bastante menos permisivas con la exhibición de anatomías femeninas. El personal se entusiasmó, como era de esperar, y el éxito de la cantante, a quien conocí en otros tiempos cargada de medallas, rosarios y estampas, fue insólitamente apoteósico.
La verdad es que cuesta entenderlo y si algo puede explicar este fenómeno no es otra cosa que la represión sexual a que hemos estado sometidos durante siglos y siglos la inmensa mayor parte de los ciudadanos. Hay tribus por el Tercer Mundo, a las que se atribuye vivir en el retraso absoluto, donde las mujeres llevan siempre sus pechos al aire igual que aquí caminamos enseñando los brazos o las orejas. Las revistas del ramo, es decir, de contenido erótico, también muestran fotos excelentes de desnudos integrales.
Y verlas no pasa nada ni los niños se escandalizan No hace tanto tiempo ver a una mujer con pantalones o con minifalda chocaba, encandilaba y propiciaba acudir corriendo a arrepentirse del disfrute morboso en el confesionario. Por fortuna ya da igual. Llega el verano, tenemos por ahí playas nudistas si es que los bikinis son un obstáculo para disfrutar de los buenos paisajes humanos, así que Madonna, Jennifer López y compañía yo creo que pueden ya evitarse la molestia de dejar que el sujetador se les caiga accidentalmente para triunfar con su arte, si lo tienen, claro.
