Rajoy y la Santa Compaña

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Rajoy y la Santa Compaña

Mientras Roma se consumía en llamas, el emperador Nerón, asomado a su terraza, contemplaba el espectáculo mientras extraía arpegios, más o menos armoniosos, de su lira. Esa es, al menos, la imagen que nos han legado los fabuladores poco cariñosos con la figura de este controvertido emperador del pasado.

Esa figura de Nerón mirando como se destruía su entorno tiene, salvando las distancias, algunas similitudes con la actitud que muestra en los últimos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en este momento crítico en que también España parece haber empezado a romperse por todos sus costados.

Con la diferencia de que Nerón no era gallego y el actual inquilino de La Moncloa sí es natural de la provincia de Pontevedra y, por lo tanto, conocedor de un buen catálogo de bosques encantados, meigas y de todo lo relacionado con la Santa Compaña.

A un desfile similar de ánimas le debe Rajoy su permanencia en el liderazgo del PP tras aquellas segunda derrota electoral, ya obtenida por méritos propios, y tras un duro congreso en Valencia, donde muchos de los suyos quisieron desalojarle del poder. También ha llegado así, más o menos, a la presidencia del Gobierno español, gracias a los sabios consejos de Pedro Arriola, su ‘bruxo’ de cabecera, que le conminó a no forzar la figura y esperar acontecimientos.

Vista su actitud actual, da la sensación de que espera algo parecido ya sea una intervención de la UE o que el nuevo Gobierno francés imponga algo de sentido común en Bruselas y se abra un nuevo escenario en las relaciones entre los socios del euro. Y quizá, si no fuera por lo dramático de la situación, visto desde lejos este Rajoy inmóvil daría más risa que otra cosa.

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